Saturday, December 29, 2007

EL POETA DETRÀS DE LA VENTANA/ EMANUEL RAMOS R.

EL POETA DETRÁS DE LA VENTANA


Por Emanuel Ramos R.


Como dijo el escritor y poeta nacido en Sète, Paul Valèry "El hombre es mucho más complicado que su pensamiento”; y en el caso de Luis La Hoz, este aventurero maniático del tacho de basura, aedo estricto y cuidadoso en su obra, desertor del ripio, característico en los de su generación del 70, barrioaltino de nacimiento, nos recibe en la calidez de su hogar, de la húmeda y bohemia Barranco, más húmeda y gris, especialmente en estas mañanas de invierno, donde la modernidad de las construcciones aledañas nos dan una desapacible atmósfera, con su estruendo martillar como banda sonora, hacen la vez de involuntario acompañante de este encuentro esperado, La Hoz, se revela como un cristal transparente, nos nuestra su pensamiento, igual de lucido, pero menos condensado que su poesía, menos enmarañado y más limpio y claro, tan generoso que emociona; bueno, es un verdadero poeta.

La Hoz nada contra la corriente, a causa de su sinceridad que es evidente, por eso su estilo difiere opuestamente a los de su década “No pertenezco a ningún movimiento, ni me adherí a sus manifiestos. Yo he sido más estricto en mi obra, soy muy cuidadoso, no me interesa apresurarme, soy muy consciente del trabajo literario”; es por ello que muchas de sus obras como “Ángel de hierro”, “Los Adolescentes”, son publicadas posteriormente a su tiempo, pero mantienen el espíritu del momento “Mi poesía se ha ido condensando, a la pulpa, esa siempre ha sido mi línea; quitando el ripio. En mi época la poesía es muy ripiosa, el numero de teléfono, dirección, la medida de las niñas, hacer el amor debajo de una mesa, qué se yo” sin sobrantes, su lírica aspira a la calidad armónica y su insatisfacción constante lo lleva a una búsqueda decidida de la imagen perfecta, aunque ha decir de Bacon "No hay belleza perfecta que no tenga alguna rareza en sus proporciones." y quizá esta odisea casi utópica lo lleve a puertos difíciles y silentes “Creo que lo estoy logrando (lo perfecto) a menos que luego termine en el silencio y ese es un problema a veces y un peligro seguramente, existe un riego y hay que asumirlo”. A veces el silencio también es perfección y sabiduría.

En su último poemario “Geografía Inútil”, extrañamente escrito en estrofas y arte menor, este aedo moderno logra decir y plantear más cosas con menos palabras “El deber de uno es escribir bien no decir cojudeces”, a todas las luces esa condensación de la que nos habla, hace de que su estilo lacónico exprese con concisión y con sucintes versos que emocionen a lector. En su más reciente obra, La Hoz hace una descomposición escrupulosa y exigente de esos territorios en los que erró, en donde vivió, y murió, en donde sintió, en donde amó, sin utilidad, porque todo es vanidad en la vida, ya lo dijo el sabio rey de Israel, Salomón en Eclesiastés, ¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!. “Lo feo de Estados Unidos son los estadounidenses, y hablo del poder imperialista; es un país bellísimo, pero regrese asqueado y no quiero volver más” refiriéndose a su periplo por el país de The Uncle Sam, al cual hace referencia en su “Geografía Inútil”, dándonos una muestra de su posición clara y honesta, comprometida y coherente con sus lineamientos “Trabajé en la Juventud Comunista Peruana” y al insinuarle que si alguna vez piso la línea más al centro pegado a la derecha “Yo nunca he cambiado mi manera de ver el mundo en cuestiones políticas o ideológicas, han variado en algunas cosas como es lógico, pero mi corazón siempre va estar a la izquierda”.

“De chico me volvió loco Valèry, ese juego del simbolismo…[se emociona], versos a veces cortos, esas contraposiciones” al preguntarle su predilecta “La Joven Parca”, sus poemas…hum” este poeta galo al igual que los andaluces Bécquer y García Lorca, le evocan la añoranza, pero también la precisión en el oficio. Esa meditación y la melancolía de un invierno parisino “el invierno en Paris es espantoso, detrás de la ventana lloviendo, la nieve”, de la reflexión de la metáfora de Valèry quien es mencionado en “Geografía inútil” de esa meditación de la observación “La poesía es como mirar a través de una ventana. Uno elige mirar el vidrio, con el vaho y el polvo o lo que está fuera; eres tú mirando un cristal, Tú escoges. Qué iba hablar de Paris, no voy hablar de Torre Eiffel, de los Champs Elyssée” esa es lucidez que debe ser innato en todo poeta, que nunca debe dimitir de observar las calles con su razón o con su delirio. Siguiendo con Valèry que dice, “En toda cosa inútil hay que ser genial o no meterse con ella", La Hoz reflexiona “he hecho cosas buenas y cosas malas, he publicado buenos y malos libros como todos” y si alguna vez, en esa exploración hacia la perfección tuvo vuelos altos o usanzas espirituosas con mareos descomunales, desinteresado de las consecuencias nos dice “Yo me he metido de todo adentro, lo digo sin orgullo y sin estupidez, he intentando escribir zampado pero a mi no me sirvió, siempre he tenido la sensación que estaba por otro lado, por ahí no” en la lucidez de la corrección esta también la genialidad. Entonces acerca de la inspiración como un ente metafísico, la consideraría real “La inspiración existe es el fuego, lo importante es como la transformes en poesía. Caminando sale algo, y ahí viene el asunto, el barato perfume de la putas, el juego está en utilizar todos los instrumentos que te da la palabra, los recursos literarios, todas las alternativas, los subterfugios, los trucos, los hallazgos”, agrega “es el duende de Federico García (Lorca), el ángel de Rilke” el austriaco, Rainer Maria Rilke quizá uno de los poetas de más misticismo, a comienzos del siglo pasado, como dice el vate La Hoz, ser poeta es místico, ese fuego del que nos habla, no es suficiente y por eso luego indefectiblemente viene el trabajo literario, la labor de cincelamiento, pulir esa obra hasta alcanzar lo genial o talvez lo perfecto.

El florilegio llamado 10 aves raras de la poesía peruana, nace hace 30 años cuando una mañana en la que La Hoz caminaba por la calle de San Carlos, entró a una librería de viejo, husmeando entre los anaqueles, y encontró un librito gris que se titulaba “Los Puentes”, editado en México, en 1937 y que, como única información de su autor decía: Augusto Lunel, peruano (seudónimo de Augusto Gutiérrez), lo abrió, vio que era bellísimo. La sorpresa no fue única esa mañana, continuó con el husmeo y encontró una plaqueta “Idiota Apocalipsis” de Guillermo Chirinos Cúneo y los poemas eran extraordinarios, e instantemente se le vino la idea de encontrarlos, a estos poetas extraviados; “Como era posible que ellos no estén en una antología, una obra maravillosa”, en esta compilación que de por naturaleza es una ave raris, se encuentran vates como Vicente Azar, Pedro Gori, Patrick Rosas que se pueden decir más conocidos, o el entrañable Armando Artega, sorprendente vanguardista que tiene poemas que son reales joyas literarias, pero La Hoz señala “si pues, Arteaga es más clásico que yo, se puede ser clásico y vanguardista a la vez, uno toma de todos los libros, están ahí, todos los poetas también, y uno debe tomar lo mejor que tiene de cada uno, aprender y copiarlos”. El objetivo de esta obra a decir de su autor es “mostrar 10 poetas olvidados, ya sea por ellos mismos o por la crítica o por quien sea, pero que existen, y que hay gente que escribe, que no necesita del exitismo, no necesita ni de la televisión, de los medios o también es una metáfora de mi mismo, a mi no me gusta el autobombo”. Este es el carácter que pregona, eso de ser absolutamente sinceros y absolutamente solidarios “es la actitud de uno, no me interesa estar ahí en el foco, yo me arreglo con mis palabras, que ese es el compromiso, yo vine aquí para escribir, y de ahí me tengo que agarrar” y concluye diciendo sin aspaviento pero con integridad “caminar me da dolor todavía, y sí, espero que me de dolor siempre”.

“Creo que todo joven, debe tener maneras de aprender, estudiar, leer Inventarse determinados trucos al menos en la poesía; uno de mis trucos, de muchacho, tuve ese hallazgo, que me daba el trabajo de tomar un poema de Vallejo o de quien sea, lo imitaba en su forma, en su extensión y con otro tema, pero con el mismo sentido tratado obtener el mismo oído y utilizar las mismas figuras literarias, a los muchachos con los que converso le digo: agarren un poema y cópienlo, denle la vuelta” eso es valido, cuando se intenta hacer una obra mejor, y uno se experiencia siempre a copiado a los grandes, es parte de nuestro aprendizaje. La Hoz habla de las copias, nos cuenta una de sus tantas anécdotas con gran jocosidad “una vez copie un poema muy bello de Eliseo Diego, que se llama “Acercamientos” El maestro Eliseo vino acá a Lima y tuve el atrevimiento de ir a buscarlo, esperé a que terminase su presentación, cuando es muchacho es impertinente, le dije maestro se acuerda de su poema “Acercamientos” - el respondió: sí, como no - y le dije yo lo he copiado y el mío es mejor, ah y el viejo se pico” como diría François Voltaire "Una buena imitación es la más perfecta originalidad” y esta anécdota nos remite al caso de Bryce Echenique muy cuestionado en estos últimos días, y con esa soltura de chico de barrio nos dijo del escritor “sobre Alfredo Bryce prefiero no opinar, el alcohol es muy jodido” con esta frase ya no hay más nada que decir del tema.

Y como un viaje homérico de Itaca a Itaca, terminamos donde se inició su vida, en el barrio de Chirimoyo, y los olores, y las sensaciones, y las emociones de ese pasado mágico y maravilloso, atesorado en la memoria pero que los revive con es imagen de alegría y fiesta “Son muchas cosas, la fiesta de carnavales, la tina de la casa llena de globos con agua perfumada. Mi papá tenía sus perfumes que solamente lo tocaba para carnavales. Los señores se reunían cada uno tenía su perfume, el de mi papá era el perfume de sándalo, eso decía mi papá, pero llegue a descubrir que no era de sándalo, que él le había puesto sándalo a la vaina esa que hacía, era muy rica. El olor de pólvora en navidad. Todos los viejos, la cuadra se iluminaba era maravilloso. La señora Victoria Angulo que era comadre de mi abuela, mi abuela zamba negra, La señora Victoria Angulo la flor de la canela era su comadre, entonces en la fiesta de Cocharcas, iban y se armaba la jarana de tres días, yo la he visto bailar a la señora ya veterana, yo era chiquillo, la comida, los valses, toda la jarana” y vuelve a su barrio añorado” regreso sin pena a Barrios Altos, mis viejos ya se murieron, hubo un momento que no quise ir, cuando los viejo se mueren ahí es cuando uno se hace adulto realmente, ya no hay que rendir cuentas, hay que rendirle cuentas a uno mismo, Y entonces ahora he vuelto y me voy a jaranear de vez en cuando, Tengo algunos amigos que tocan muy bien y cantamos muy bonito valses, ya lo hago con melancolía pero ya no con tristeza”, cantará su rock n' roll de su juventud, recordando su trío que se llamaba “Dúo Fe y Garganta”, y también nos emocionará, lo recordáremos como un hombre bueno, como él lo desea, lacónico en su poesía pero expresivo en su hablar, lo recorrimos por la geografía de su vida, nos dejo la piel en este encuentro, y cerramos esta ventana de su intimidad, que nos fue útil, porque parafraseando a Valèry, lo más profundo que hay en el hombre es la piel, y Luis La Hoz es un poeta a flor de piel.

Publicado por Emanuel en lunes, noviembre 19, 2007


http://mipresenciaculturalenlaweb.blogspot.com/2007/11/el-poeta-detrs-de-la-ventana-por.html

Thursday, November 29, 2007

DE UN GATO (A LA MANERA DE RICHARD EBERHART) / ARMANDO ARTEAGA

DE UN GATO (A LA MANERA DE RICHARD EBERHART)
Por Armando Arteaga




Un día como es hoy de febrero, cerca del by-pass
Tropecé con un gato que yacía muerto en el sardinel de la vía
Muerto estaba porque al moverlo con mi pie
no era más que un gato atropellado por algún automóvil.
Pensé en las siete vidas del gato, en
Soren Kierkergaard:
(un angora nigeriano que teníamos en casa y que se la pasaba
horas de horas haciendo rodar una pelota de ping-pong sobre las escaleras).
Allí tristemente en el cemento, la sangre felina.
Era raro, pues, tuve pena.
Yo que siempre había detestado a los gatos.
Me fue difícil entender a la feroz naturaleza.
Una semana después cuando volví a ver el cuerpo del animal
Examinando muy de cerca los gusanos
Y el calor hirviente de su cuerpo
En cierta manera con asco y de otra con extraño amor.
Hurgué en la masa con mi Parker. Sentí la nausea.
Y la verdad es que seguí hurgando como si tratara de hallar algo:
la inocencia tal vez preguntándose lo qué es la vida, la muerte.
Y ante mis ojos solo el gato.
Pues mi Parker no había hecho ni bien ni mal.
Entonces algo confundido, me fui a leer un texto de Marcel Granet
Tratando de olvidarme del asunto, de no pensar más en la podredumbre
Hasta que creí haberlo olvidado.
Pero no, tres meses después
Regrese al lugar, para ver
cómo el gato había desaparecido con el tiempo:
solo una mancha de petróleo y unos huesos dispersos.
Todo había perdido significado.
Adiós gato, no más asco, no más extraño amor.
­Era en mayo, el otoño, la vida otra vez frente a la muerte
como aquel árbol en el jardín al borde de la autopista:
Radiante, listo para ser estrellado por algún loco automovilista.
Y allí sólo la mancha amorfa y los huesos del gato que se parecen
a las esculturas de Jean Arp o tal vez a los diseños de Jorn Utzon.
Ahora que ya han pasado dos años, y ya no quedan ni rastro del gato
Hoy, que nuevamente es febrero, algo me detuvo al pasar por aquel mismo lugar.
Era Arnold Shoenberg y su Verklarte Nacht.
Me acordé de
Ezra Loomis Pound en el sanatorio de Saint Elizabeth.
De Robert Desnos en Auschwitz.De Alain Resnais y de su filme
Nuit et Brouillard.


(Del libro: Avistar)

Tuesday, November 06, 2007

MANIFIESTO DE INTELECTUALES Y ARTISTAS


MANIFIESTO DE
LOS INTELECTUALES Y ARTISTAS
POR LA JUSTICIA,
Y CONTRA LA IMPUNIDAD.
04 DE NOVIEMBRE, 2007



Los intelectuales y artistas preocupados por los últimos acontecimientos que se han suscitado con la extradición del ex dictador Alberto Kenya Fujimori y las manifestaciones de violencia que han perpetrado sus seguidores contra el monumento a las víctimas de la violencia “El ojo que llora”, denunciamos a la opinión pública la implementació n de un plan a largo plazo para absolver a Fujimori y a quienes hayan violado sistemáticamente los derechos humanos en nuestro país. Si Alan García ha podido burlar a la justicia y volver para postularse como presidente, igualmente y con los mismos métodos, Fujimori puede convertirse en el candidato de los sectores conservadores para el 2011. De lo que se trata no es precisamente de frustrar una candidatura, sino de movilizar a la opinión pública para rechazar la impunidad de los violadores de derechos fundamentales y de oponernos a la fascistizació n del país, así como a la continuidad de la estrategia represiva y autoritaria del fujimontesinismo.

CONTRA LA IMPUNIDAD

Los intelectuales y artistas firmantes expresamos ante la opinión pública nuestro rechazo a la política de impunidad que se viene implementando desde hace dos décadas para proteger a quienes actuando en nombre del Estado y habiendo hecho uso indebido de las facultades que les otorgaba la ley, han sido responsables de violaciones a los derechos humanos.
Nos adherimos solidariamente con los familiares de asesinados y desaparecidos por las fuerzas armadas y policiales, como en los casos de Accomarca, Cayara, Umaru, Bellavista, matanzas de los penales 1986 y 1992, mártires de La Cantuta y Barrios Altos, etc. Exigimos el procesamiento de todos los miembros de escuadrones de la muerte y grupos paramilitares que vienen gozando de libertad o se han beneficiado de indulto por parte de los últimos gobiernos.
Nos oponemos al régimen de excepción o cárcel dorada de que goza el ex dictador Alberto Fujimori, a quien los medios de comunicación, concertados con los dueños del poder, otorgan el trato de “ex -presidente” . Como también nos oponemos a la impunidad de la cual gozan el actual presidente de la República Alan García y su vicepresidente, el almirante AP en retiro Luis Giampietri.


POR EL CIERRE DE LA BNC.-

Los intelectuales y artistas firmantes, denunciamos la existencia de un campo de concentración en la Base Naval del Callao, que atenta contra todas las garantías que ofrece nuestra legislación penitenciaria vigente, para reclusos que hayan cometido cualquier tipo de delitos. Precisamos que no está en debate la naturaleza del delito ni la responsabilidad de los condenados, sino la aplicación del Código de Ejecución Penal y la legalidad del lugar donde se debe cumplir la pena.
La existencia de una prisión-tumba como la Base Naval del Callao es incompatible con cualquier sistema que se proclame democrático. Demandamos que el actual gobierno renuncie a la herencia represiva fujimontesinista y envíe a los presos de la Base Naval del Callao a prisiones donde tengan las garantías necesarias que otorga el Código de Ejecución Penal.
Si la ejecución penal tiene por objeto la reeducación, rehabilitació n y reincorporació n del penado a la sociedad, no podemos estar de acuerdo con regímenes carcelarios que pretendan la liquidación física, sicológica y moral de los internos. Denunciamos que las penas de cadena perpetua se oponen al objeto principal de la ejecución penal, que es la reincorporació n del interno a la sociedad.

NO A LA PENALIZACIÓN DE LAS LUCHAS POPULARES

Los intelectuales y artistas firmantes denunciamos la política represiva y fascistizante del actual gobierno presidido por Alan García Pérez, quien frente a la creciente protesta de las masas ha sobre-penalizado las manifestaciones que incurran en bloqueos de carreteras, tomas de locales o resistencia a la represión policial y militar. Esta novísima legislación también pretende condenar a alcaldes, regidores y presidentes regionales que participen con sus respectivos pueblos en manifestaciones contra el gobierno central. Asimismo, esta legislación autoritaria faculta a los miembros de las Fuerzas Armadas y Fuerzas Policiales a hacer uso de sus armas, sin restricciones y relevándolos de responsabilidad penal.


RECLAMAMOS:

Que si exigimos sanción a los culpables por delitos de lesa humanidad, el ex dictador Alberto Kenya Fujimori no debe tener trato preferencial ante los órganos jurisdiccionales ni penitenciarios. El fujimorismo hoy no puede poner contra el paredón a todo un pueblo que luchó por la caída de una dictadura fascistizante. La continuidad del autoritarismo heredado de Fujimori y Montesinos, tampoco puede hacerlo. Sin justicia, será imposible la paz social.

FIRMAS DE INTELECTUALES Y ARTISTAS:

-Winston Orrillo Ledesma, poeta, catedrático y periodista
-Dante Castro Arrasco, escritor y periodista.
-Juan Cristóbal, poeta
-Violeta Carnero H., periodista.
-Carlos Ostolaza, pintor, artista plástico.
-Rosina Valcárcel, poeta y catedrática.
-Julio Carmona, escritor y periodista.
-Mario Wong, poeta y narrador (desde París)
-Guissela Gonzáles, catedrática, escritora
-Maynor Freyre, escritor, periodista, catedrático.
-Armando Arteaga, poeta y periodista.
-Antonio Muñoz Monge, escritor y periodista.
-Ricardo Virhuez Villafañe, escritor y periodista.
-Javier Gárvich Rebatta, periodista y sociólogo.
-Miguel Arribasplata, escritor y catedrático.
-Oswaldo Reynoso, escritor y catedrático.
-Julián Pérez Huarancca, escritor y catedrático.
-Félix Huamán Cabrera, escritor y catedrático.
-Elvira Luna Escudero, catedrática de Literatura en EEUU.
-Eduardo Gonzáles Viaña, escritor y catedrático (desde EEUU)
-Anouk Guine, catedrática y poeta (desde Francia).
- Cristina Castello, poeta y periodista (París - Buenos Aires)
-Willi Gómez, poeta, profesor y activista.
- Fausto Giudice, escritor y traductor, (desde Francia)

-José Antonio Mazzotti, poeta y catedrático (desde EE.UU)

- Pablo Mora, poeta, Venezuela
-Carlos D. Pérez, artista plástico y activista DDHH (Argentina)
-Denis Merino Perea, periodista.
-Vicente Romano, catedrático y escritor (España)
-Raúl Wiener, escritor, ensayista y periodista.
-Ernesto Toledo Bruckman, escritor y periodista.
-Rodolfo Ybarra, poeta y escritor.
-Juan Gelman, escritor y poeta (Argentina)
-James Petras, escritor, profesor emérito y activista (EEUU)
-Francisco Serrepe, poeta y narrador (desde Francia)
-Gorki Tapia, catedrático, luchador social
-Dr. César Krüger, ex Decano de la Facultad de Letras de San Marcos
-Reynaldo Naranjo, poeta, Premio Nacional de Cultura
-Óscar Rojas Baltodano, creador de la Doctrina Baltodano
-José Luis Ayala, poeta, ensayista e historiador aymara
-Moravia Ochoa, poeta y narradora.
-Enrique Jaramillo García, educador.
-Chalena Vásquez, musicóloga y catedrática.
-José Beltrán Peña, escritor y poeta.
-Constante Traverso Flores- Periodista
-Michel Azcueta, ex alcalde, Premio Príncipe de Asturias
-Aurora Tumanischwili Penelón, educadora, Argentina.
-Guillermo López, educador, Argentina
- Ricardo Dessau, periodista (Argentina)
- Eduardo Lucio Molina y Vedia, escritor y periodista argentino en México
-Ricardo Letts Colmenares, dirigente, periodista, ex parlamentario
-Prof. Juan Carlos Sánchez, Director de GACETILLAS ARGENTINAS.
-Ingrid Storgen, comunicadora social, Colombia
-Alberto Chavarro Diaz, Escritor y Periodista, España
-Yasser Gómez, periodista, editor de la revista Mariátegui, Perú
-Linda Lema Tucker, periodista y socióloga, Perú

(Siguen firmas...) ............

Saturday, September 29, 2007

CORTISIMO SUCESO/ ARMANDO ARTEAGA



CORTISIMO SUCESO

(cuento brevisimo)

Armando Arteaga



Una mujer vestida de negro entra a una farmacia y le exige al farmacéutico:
 -Por favor, quiero comprar arsénico. El arsénico es tóxico y letal .
El farmacéutico quiere saber màs cosas antes de proporcionarle la sustancia.
- ¿Y para què quiere la señora comprar arsénico? .
- Para matar a mi marido.-
¡Ah, caramba!. Lamentablemente para ese fin no puedo venderselo.
La mujer sin decir palabra abre la cartera y saca una fotografia de su marido abrazado desnudo en una cama con la mujer del farmacéutico.
- ¡Mil disculpas!, -dice el farmacéutico - .
Atender por favor a la señora, no sabia que usted tenía receta.

Wednesday, September 26, 2007

TOCAR LOS LIBROS/ UMBERTO ECO


Tocar los libros


El escritor y semiólogo italiano, célebre por novelas como 'El péndulo de Foucault', reflexiona sobre el placer que representa atesorar ediciones de bibliofilia y no necesariamente por su contenido

UMBERTO ECO


Durante las dos últimas semanas, tuve que hablar en dos ocasiones diferentes de la bibliofilia y, en ambos casos, entre el público había muchos jóvenes. Es difícil hablar de la propia pasión bibliófila. Entrevistado en ese bello programa radiofónico que es Farenheit de la RAI (y que tanto hace por difundir la pasión de la lectura), decía que el bibliófilo es algo así como un pervertido que hace el amor con las cabras.
Si cuentas que pasaste una noche con Naomi Campbell o aunque sólo sea con la bellísima vecina del quinto, tus interlocutores siguen tu relato con interés, envidia o maliciosa excitación. Pero si relatas el placer sentido haciendo el amor con una cabra, la gente, incómoda, intenta cambiar de tema de conversación por todos los medios. Si uno colecciona cuadros del Renacimiento o porcelana china, todo el que entre en su casa quedará extasiado ante tantas maravillas. En cambio, si muestra un librejo del seiscientos, con las hojas amarillentas y dice que los que tienen libros de ésos se cuentan con los dedos de la mano, el visitante espera aburrido el momento de largarse.
La bibliofilia es el amor por los libros, pero no necesariamente por su contenido. El interés por el contenido se satisface yendo a una biblioteca, mientras que el bibliófilo, aunque preste atención al contenido, quiere el objeto y, si es posible, recién salido de la imprenta. Hasta tal punto que hay bibliófilos, cuya conducta no apruebo pero entiendo, que, ante un libro intonso, no le cortan las páginas para no violarlo. Para ellos, cortar las páginas al libro raro sería como, para un coleccionista de relojes, romper la carcasa para ver el mecanismo.
El bibliófilo no es alguien al que le encanta la Divina Comedia , sino alguien que ama la fecha de edición y la fecha de impresión de la Divina Comedia. Quiere poder tocarla, hojearla y acariciar con los dedos la encuadernación. En ese sentido, habla con el libro como objeto que le habla de sus orígenes, de su historia y de las innumerables manos por las que ha pasado. A veces, el libro cuenta una historia hecha de marcas del pulgar, anotaciones al margen, subrayados, firmas e, incluso, agujeros de carcoma. Otras veces cuenta una historia todavía más bella cuando, a pesar de tener 500 años, sus páginas limpias, frescas y blancas crujen todavía bajo los dedos.
Pero un libro como objeto puede contar una bella historia incluso si sólo tiene unos 50 años. Tengo una Philosophie au Moyen Age de Gilson de los primeros años 50, que me acompaña desde el día de la defensa de mi tesis doctoral hasta hoy. El papel de aquella época era infame y amenaza con deshacerse en triza. Por eso, intento pasar sus páginas de la forma más suave posible. Si fuese para mí sólo un instrumento de trabajo, no tendría más que comprar una nueva edición, que por cierto está muy barata. Pero a mí me gusta ese libro viejo que, con su frágil vejez, con sus subrayados y sus notas de diversos colores según los periodos de relectura, me recuerda mis años de formación y los siguientes y que, por lo tanto, forma parte de mis recuerdos.
Esto es lo que suelo contar a los jóvenes, porque, habitualmente, piensan que la bibliofilia es una pasión accesible sólo a personas adineradas. Es cierto que hay libros antiguos que cuestan cientos de millones (una primera edición incunable de la Divina Comedia fue subastada, hace unos años, por mil millones de liras), pero el amor por los libros no se refiere sólo a los antiguos, sino también a los libros viejos, que pueden ser la primera edición de un libro de poesía moderna.
Hace tres años, yo mismo encontré en un puesto callejero la primera edición del Gog de Papini, que conservaba las pastas, eso sí, pegadas con cola, por sólo 20.000 liras. Es verdad que la primera edición de los Cantos órficos de Campana la vi, hace 10 años, en un catálogo por 13 millones de liras (se ve que el pobrecillo sólo había podido imprimir unos cuantos ejemplares), pero se pueden adquirir bellas colecciones de libros del novecientos tan sólo renunciando a una cena en la pizzería.
Un estudiante mío coleccionaba sólo guías turísticas de épocas diversas que encontraba en los mercadillos. Al principio pensé que era una idea rara, pero partiendo de esos fascículos con las fotografías desvaídas, el estudiante hizo después una bellísima tesis en la que se veía cómo la aproximación a una determinada ciudad iba cambiando con el paso de los años.
Por otra parte, incluso un joven con pocos recursos puede hacerse, entre la feria de Porta Portese y la de San Ambrosio , con libros del quinientos o del seiscientos que cuestan más o menos igual que un par de zapatillas de marca y que, sin ser demasiado raros, son capaces de contar toda una época.
En definitiva, con la colección de libros sucede lo mismo que suele pasar con la colección de sellos. Es evidente que el gran coleccionista tiene piezas que valen una fortuna. Pero yo, cuando era niño, compraba sobrecitos que traían 10 o 20 sellos y, con ellos, pasé tardes enteras soñando con Madagascar y con las Islas Figi, a través de esos pequeños rectángulos multicolores, seguramente nada raros, pero para mí fabulosos. ¡Qué nostalgia!



Sunday, May 20, 2007

LEONARDO DA VINCI COCINERO/ JUAN FORN

Tras huir de la cocina de la famosa taberna Los Tres Caracoles, junto al Ponte Vecchio, por tratar de “civilizar” las costumbres gastronómicas de los comensales, Leonardo Da Vinci encontró refugio en la corte de Ludovico Sforza, en Milán. Durante los quince años que estuvo bajo su mecenazgo, Da Vinci pudo, por fin, dedicarse a su pasión principal: la cocina. Y el Codex Romanoff no es sino la prueba de ese infatigable esfuerzo por llevar el espíritu renacentista a la mesa: un cuaderno de apuntes pletórico de experimentos, disquisiciones y análisis culinarios entre los que sobresalen invenciones y hallazgos del más grueso calibre: el sandwich, el tenedor, los fideos y la servilleta, entre otros.


Por Juan Forn



La genialidad de Leonardo Da Vinci es tan unánimemente reconocida que plantea un pequeño problema: nada que haya inventado nos sorprende, a esta altura. Incluso lo que no sabíamos que había inventado. Cada vez que se descubre una innovación más de Leonardo, lo que sentimos es déjà-vu, en lugar de asombro y mayor admiración. El tipo ha terminado encarnando a tal punto la idea de genialidad integral, son tantos los superlativos complementarios y antagónicos que contiene su figura (el adelantado sin par, el delirante sin par, el virtuoso sin par, el disipado sin par, el malcomprendido sin par, el mimado sin par, para citar sólo unos pocos), que la gracia de cada nuevo descubrimiento suyo termina radicando más en el trastorno (por lo general mayúsculo) que significó tal innovación en su época, o en el proceso (por lo general tan borrascoso como hilarante) a través del cual Leonardo llegó a tal hallazgo, que en el invento en sí (siempre formidable, ¿pero no sabíamos ya, o no debíamos haber sabido, que Leonardo inventó, por ejemplo, el tenedor, los spaghetti, la servilleta, el sándwich, la mayoría de los electrodomésticos culinarios y hasta la Nouvelle Cuisine?.No sé si Woody Allen leyó antes que ningún otro occidental de nuestro siglo el Codex Romanoff de Leonardo, pero aquella cómica pieza sobre el Conde de Sándwich (quien anotaba en su diario los sucesivos ensayos que lo llevaron a crear el objeto homónimo) parece una hija un poco boba de las notas culinarias de Leonardo “rescatadas” (léase birladas) del Museo Ermitage de Leningrado en pleno bardo de la perestroika y publicadas en castellano, en forma más bien inadvertida, hace unos meses (seguramente por ese fenómeno de déjà-vu que produce toda novedad sobre Leonardo). En tres notas sucesivas, sin fecha, escritas en algún momento entre 1485 y 1490 (antes del descubrimiento de América, Woody), Leonardo no sólo se anticipa quinientos años a su propia parodia sino que la hace inimitable avant la lettre, apuntando:“Del pan y de la carne I: He estado pensando en tomar un trozo de pan y colocarlo entre dos pedazos de carne, mas ¿cómo he de llamar este plato?Del pan y de la carne II: ¿Y si dispusiera la carne entre dos trozos de pan?Del pan y de la carne III: La rebanada de carrillo de buey debe ir entre sendos pedazos de pan y no al revés. Será un plato como no se ha visto nunca en la mesa de mi señor Ludovico Sforza. En verdad, se podría disponer toda suerte de cosas entre los panes: ubres, testículos, orejas, rabos, hígados. Los comensales no podrán ver el contenido al atacarlo con sus cuchillos. Lo llamaré, por eso, pan con sorpresa”.El Codex Romanoff abunda en fulgores de esta y otras naturalezas. Los apuntes (caóticos, ya que Leonardo aprovechaba cualquier espacio vacío que encontraba entre sus papeles para hacer una nueva anotación) corresponden a los quince años que estuvo bajo el mecenazgo de Ludovico Sforza en Milán (1485-1500), período en que sus desvelos por la cocina interrumpían, postergaban o reformulaban casi todos sus emprendimientos (fueran encargos de su mentor o iniciativas propias, de carácter urgente o de menor premura para las necesidades de la corte o de la ciudad). Unas mínimas referencias históricas antes de internarnos en el formidable Codex Romanoff: el Leonardo que llega a Milán, recomendado por Lorenzo de Médici a la corte de los Sforza, era el más díscolo de los discípulos del taller del maestro Verrocchio (donde conoció a Sandro Boticcelli). Al llegar a Milán viene de dos fracasos que casi le cuestan la vida: el primero, al abandonar las tareas pictóricas de la capilla de Salvi para hacerse cargo de la cocina de la famosa taberna Los Tres Caracoles, junto al Ponte Vecchio (asqueado por las fuentes rebosantes de polenta servida con enormes trozos de carnes irreconocibles, Leonardo “civiliza” la especialidad de la casa para que sea más acorde al espíritu renacentista que desea expandir, pero los comensales que reciben las diminutas porciones de exquisitas carnes, servidas sobre igualmente diminutos y exquisitos trozos de polentatallada, irrumpen furiosos en la cocina exigiendo la cabeza del chef). El segundo cuando, junto a Boticelli, ocupa las ruinas calcinadas de Los Tres Caracoles (que había ardido hasta sus cimientos a consecuencia de una vendetta entre bandas rivales florentinas) para improvisar, con enormes lienzos que toman “prestados” del taller de Verrocchio, un comedero decontracté, cuyo plato principal consiste en cuatro trozos casi transparentes de zanahoria dispuestos en torno de una única y celestial anchoa (Boticelli se pregunta, ante el estruendoso fracaso del establecimiento que lleva a ambos artistas a escapar de Florencia, si el error habrá sido la mala idea de Leonardo de escribir los menúes de derecha a izquierda).Amparado por Ludovico Sforza, Leonardo por fin se siente alguien: tiene sus propios servidores, su taller y, a su alrededor, la gran corte de Milán, que sufrirá cada uno de sus talentos, sea como amenizador (sus acertijos eran tan insolubles como sus trucos con nudos), como escultor (proyectó una enorme estatua ecuestre del padre de Ludovico de cuatro veces su tamaño natural, que sólo realizó en mazapán porque Sforza no pudo reunir el bronce suficiente para su maciza versión definitiva), como pintor (acepta el encargo de hacer una Ultima Cena en el priorato de Santa Maria delle Grazie, pero se toma cuatro años para la tarea, de los cuales usa el primero para darse un paseo de vez en cuando por la capilla, los dos siguientes para instalar una enorme mesa frente al muro sobre la cual irá el fresco, donde sienta a sus discípulos y se dedica, día a día, a ir consumiendo con ellos todas las provisiones y bebidas del priorato, buscando el menú perfecto que habrán de degustar para la inmortalidad Jesús y los apóstoles; promediando el cuarto año, cuando el prior rogaba semanalmente a Sforza que apurara al maestro antes de quedar en la miseria, Leonardo por fin decidió el menú –un sencillo puré de nabos, rodajas de anguila y panecillos– y en menos de noventa días liquidó la que sería su primera obra maestra), y finalmente como arquitecto, faceta de sus talentos que terminaría librando a la corte de los Sforza de Leonardo y razón por la cual éste tendría que escapar de Milán en el año 1500.La historia fue así: ante la amenaza de que tropas francesas se preparaban para invadir Milán, en 1499, Ludovico encarga a Leonardo la fortificación de la ciudad (y le regala un viñedo a cambio). Leonardo hace su recorrida y emite su veredicto: que todos los almacenes de municiones de las fortalezas sean transformados en cocinas y provistos a pleno, para resistir como corresponde un largo asedio. Cuando Luis XII de Francia ataca, casi no encuentra resistencia: los soldados milaneses están embotados de comida y embriagados con el vino provisto magnánimamente por el fortificador de la ciudad. Las únicas bajas francesas en la campaña son provocadas por un gigantesco cortador de berro inventado por Leonardo (convertido en arma de guerra luego de que, en la demostración de su uso original, en un campo de berros frente al Palacio Sforza, la máquina se saliera de control y matara a dieciséis empleados de cocina y tres jardineros). Poco antes de que Ludovico caiga prisionero, Leonardo se marcha de la ciudad, para evitarse “la afrenta de comer platos franceses”.De esos quince años bajo la tutela de Sforza provienen las anotaciones culinarias que conforman el Codex Romanoff, un abanico temático que abarca desde experimentos para conformar una dieta estrictamente vegetariana hasta convenciones de etiqueta en la mesa respecto de invitados enfermos y asesinos, además de todo tipo de recetas (minimalistas y pantagruélicas, de invención propia y ajena) y análisis de sus componentes (animales, vegetales y humanos). Según todos los biógrafos de Leonardo, su obsesión con el arte de la cocina se aplacó bastante después de finalizar La Ultima Cena. Durante sus últimos diecinueve años de vida, primero en Venecia y Florencia, luego en un castillo del Loira, como favorito del rey Franciscode Francia, el cada vez más voluminoso maestro ya no esgrimiría excusas ni trabajaría de mala gana cuando se le ordenaran retratos; incluso –sorpresa de sorpresas en alguien que detestaba pintar– realizaría algunos por propia iniciativa, como el de una tal Mona Lisa, esposa de un mercader florentino llamado Francesco Giacondo. Sin embargo, aquellos fecundos años finales se debieron al más denostado de los talentos de Leonardo: su último mecenas se lo llevó al Loira con el secreto propósito de erigir aquellos deliciosos spago mangiabile (“cordeles comestibles”) leonardinos en plato nacional de la corona francesa (aprovechando también otro invento del maestro: el novedoso “tridente” que permite comerlos con tanta más facilidad que el cuchillo). No pudo ser: Leonardo se llevó el secreto a la tumba. No hay en todo el Codex Romanoff más referencia a la enigmática receta con que preparaba aquellos “cordeles comestibles” (llevados por Marco Polo a Italia desde la China doscientos años antes, pero sin aclarar que se trataba de un alimento, razón por la cual hasta entonces se utilizaban sólo como adorno para la mesa) que esta brevísima anotación: “Amasados con harinas ordinarias y agua de lluvias, cada hilo de un metro de diámetro y longitud interminable: servirán para alimentar ejércitos”. La ausencia de los spago mangiabile, sin embargo, no desmerece en absoluto la contundencia del Codex Romanoff, del cual se citan algunos ejemplos a continuación:De los Modales en la Mesa de Mi Señor y Sus Invitados:No apruebo la costumbre de mi Señor Ludovico de limpiar su cuchillo en los faldones de sus vecinos de mesa. Las demás personas de su Corte lo hacen en el mantel, y luego que abandonan la sala de banquetes, hállome contemplando una escena de tan completa depravación que considero prioritario, antes que esculpir cualquier caballo o pintar cualquier retablo, la de dar con una alternativa. He ideado que a cada comensal se le dé su propio paño, que después de ensuciado por sus manos y su cuchillo podrá plegar para de esta manera no profanar la apariencia de la mesa. ¿Pero cómo habré de presentar esos paños y cómo habré de llamarlos?.De los Modales en la Mesa II:Esta semana he sufrido otro contratiempo en la mesa. Había ideado para un banquete un plato de ensalada, con la intención de que el gran cuenco fuera pasado de una persona a otra, y que cada uno tomara una pequeña cantidad. En el centro había huevos de codorniz con huevas de esturión y cebolletas de Mantua, en torno a cuyo conjunto estaban dispuestas suculentas hojas de lechuga provenientes de Bolonia. Pero el invitado de honor de mi Señor Ludovico, cardenal Albufiero de Ferrara, agarró todo el centro con los dedos de ambas manos y con la mayor diligencia devoró todos los huevos, huevas y cebolletas. Luego procedió a enjugar su cara de salpicaduras con las hojas de lechuga de Bolonia y volviólas a colocar, así deslustradas, en el cuenco; el cual, al no ocurrírsele otra cosa al sirviente, se le ofreció luego a mi Señora Beatrice d’Este. He permanecido grandemente agitado por lo ocurrido y se me ocurre que no podré presentar a la mesa mi cuenco de ensalada en próximas ocasiones.Mi Sopa de Alcaparras:Hervid algunos puñados de frutas frescas en un caldo de cerdo, y después de algún rato (todas las medidas de Leonardo son de esta lábil precisión) pasadlas por el colador. Luego utilizad las alcaparras para formar las palabras Suppa Di Cappero en la superficie. De esta manera, vuestros invitados podrán reconocer prontamente el plato.Mi Sopa de Bayas:Haréis esta sopa de la misma manera, pero al final utilizaréis bayas para formar las palabras Zuppa Di Bacci. No debéis olvidar esto último; de lo contrario, vuestros invitados podrían pensar que de nuevo les ofrecéis sopa de alcaparras.De las Hierbas:Si una vaca no come otra cosa que hierbas, y si una oveja no come otra cosa que hierbas, y si ambas bestias así sobreviven, y si entonces yo como de la vaca y de la oveja sin que resulte en mi perjuicio, ¿por qué entonces no hemos de comer hierbas todos nosotros? Salai me ayudará a seguir estudiando el asunto”. (A este respecto comenta Pietro Alemanni en los Annali di Firenze: “Esta semana, el maestro Leonardo ha obligado a su discípulo Salai a seguir una dieta de hierbas exclusivamente, con la intención de resolver el problema de la Salvación en nuestro mundo. El propio maestro elige las hierbas y las ofrece en tres cuencos: hervidas, con aceite y vinagre y asadas en forma de bola. El joven discípulo escupió las primeras, luego puso en su boca las segundas y las halló igual de indigestas. Con furia, el maestro tomó un puñado de las bolas de hierbas asadas e intentó empujarlas dentro de la garganta de Salai, tras lo cual el discípulo, con ojos llenos de lágrimas, las arrojó en vómito sobre Leonardo.)Platos para Los Que Sufren De Peste:Cualquier plato que se ofrezca, en buena hora, a una persona apestada puede ser su última comida; por tanto, mientras algunos dirán que nada desperdiciéis en ellos, yo recomiendo que salgáis a atrapar un colimbo con vuestro lazo y que le ofrezcáis muslo de colimbo hervido con un poco de nabo amasado, pues plato mejor que éste no hay. Pero debéis recordar que la mesa donde sentéis a dicho invitado debe ser hecha de la madera más vil, para que pueda después quemarse, así como los cuencos en que ha comido. Los sirvientes que lo atendieron deberán relevarse del servicio por una treintena, de forma que veréis si la peste los ataca; si no ha sido así, podrán reanudar sus tareas; si estuvieran aquejados de peste, serán despedidos sin demora por el bien de todos.Del Uso Incorrecto de las Cremas:No creo que aquellas personas que han majado carnes o aves mezclándolas luego con arroz y miel y leche de almendra, tengan derecho alguno a llamar crema a este plato. Para mí, el plato que se llame crema ha de ser blanco, debe moverse al tocarlo y ser su sabor entre dulce y como de pescado. Me ocuparé de inventarlo.De los Variados y Curiosos Usos del Pepino:Aunque un pepino puede comerse crudo (pero sin la piel y las semillas) y también estofado, hay quienes lo utilizan únicamente como ornamento, tallando figuras varias, y otros que le encuentran usos aun más curiosos, como Elena Batisbari, quien fue quemada en la hoguera por sus coqueteos con uno de éstos.Sobre los Mortificantes Platos de Cuaresma:En épocas de ayuno, no es suficiente que el plato simplemente parezca triste; también ha de tener un sabor triste. ¿Y qué más triste a la vista y al paladar que la polenta fría de ayer cocinada sin que tuviera ningún condimento añadido?Aclaración sobre Mi Pan de Cáñamo:Éste es un plato de verdad peligroso, del que yo me he abstenido durante muchos años; sin embargo muchos amigos suspiran por él continuamente.De la Manera Correcta de Sentar a un Asesino a la Mesa:Si hay un asesinato planeado para la comida, lo más decoroso es que el asesino tome asiento junto a aquel que será objeto de su arte (a la izquierda o a la derecha según el método del asesino); de esta forma no interrumpirá tanto la conversación. Después de que el cadáver (y las manchas de sangre, de haberlas) haya sido retirado, es costumbre que el asesino también se retire de la mesa, y en este punto un buen anfitrión tendrá siempre nuevos invitados esperando afuera, dispuestos a ocupar los sitios vacantes en la mesa.Pastel del Pastor:Tomad tres pastores, limpiadlos cuidadosamente, luego hacedlos entrar en las cocinas para que elijan aquellas hierbas que sus ovejas comen en mayor medida. Machacad estas hierbas muy bien para hacer una pasta con aceite que extenderéis toda ella con suma generosidad sobre la oveja, y esta oveja la cocinaréis cubierta de una costra de polenta dentro de vuestro horno. Este plato es así llamado porque, gracias a los excelentes pastores, lo que está dentro de la oveja está asimismo fuera de ella, y de esta forma no entran en pugna los sabores.De una Selección Equilibrada de los Alimentos:La cantidad de comida sólida con que se alimente el cuerpo ha de exceder a la líquida en dos veces y media. La cantidad de alimentos y líquidos que ha de tomar un individuo cada día debe ser igual al peso de su cabeza. Mi amigo Benedetto Garvi me asegura que en una persona crecida es la séptima parte del peso completo de su cuerpo. Así, si la cabeza de un hombre pesara treinta ettos (siete kilos aprox), deberá comer veinte ettos de polenta, aceitunas, ancas de rana u otra clase que pudiera procurarse, y tener en cuenta que de los diez ettos de líquido debe restar la mitad de todas las polentas que es líquido. Mi amigo Benedetto Garvi, con quien yo he discutido estas proporciones a lo largo de muchas noches, había estado poniéndolas en práctica durante casi seis meses en el momento de su infortunado fallecimiento”.
Ignoriahttp://bibliotecaignoria.blogspot.com/Patricia Damiano - Isaías Garde

Thursday, January 25, 2007

LOS QUE QUEMAN LOS LIBROS/ GEORGE STEINER

Los que queman los libros
Por George Steiner

En una época en la que el espacio de la lectura está llamado a disminuir, el crítico George Steiner desprende un conjunto de reflexiones que explican cómo unas incisiones sobre una tablilla de arcilla, unos trazos de pluma o de lápiz, pueden constituir una persona —una Beatriz, un Falstaff, una Ana Karenina— cuya sustancia excede a la vida misma en su realidad . Este texto forma parte del libro Los logócratas, coeditado por el Fondo de Cultura Económica y Ediciones Siruela, que comenzará a circular en breve








Los que queman los libros, los que expulsan y matan a los poetas, saben exactamente lo que hacen. El poder indeterminado de los libros es incalculable. Es indeterminado precisamente porque el mismo libro, la misma página, puede tener efectos totalmente dispares sobre sus lectores. Puede exaltar o envilecer; seducir o asquear; apelar a la virtud o a la barbarie; magnificar la sensibilidad o banalizarla. De una manera que no puede ser más desconcertante, puede hacer las dos cosas, casi en el mismo momento, en un impulso de respuesta tan complejo, tan rápido en su alternancia y tan híbrido que ninguna hermenéutica, ninguna psicología puede predecir ni calcular su fuerza. En diferentes momentos de la vida del lector, un libro suscitará reflejos completamente diferentes. En la experiencia humana no hay fenomenología más compleja que la de los encuentros entre texto y percepción, o, como observa Dante, entre las formas del lenguaje que sobrepasan nuestro entendimiento y los órdenes de comprensión con respecto a las cuales nuestro lenguaje es insuficiente: la debilitade de lo'nteletto e la cortezza del nostro parlare.

Pero en este diálogo siempre imperfecto —los únicos que pueden ser plenamente comprendidos son los libros efímeros y oportunistas; son los únicos cuyo significado potencial se puede agotar— puede haber una apelación a la violencia, a la intolerancia, a la agresión social y política. Céline es el único de nosotros que permanecerá, decía Sartre. Existe una pornografía de lo teórico, incluso de lo analítico, lo mismo que existe una pornografía de la sugestión sexual. Las citas de libros supuestamente “revelados” —el libro de Josué, la epístola de Pablo a los Romanos, el Corán, Mein Kampf, el Pequeño Libro Rojo de Mao— son el preludio de la matanza, su justificación. La tolerancia y el compromiso suponen un contexto inmenso. El odio, la irracionalidad, la libido del poder leen deprisa. El contexto se evapora en la violencia del asentimiento. De ahí el dilema profundamente enojoso y problemático de la censura. Es sucumbir a la hipocresía liberal dudar que determinados textos, libros o periódicos puedan inflamar la sexualidad; que puedan llevar directamente a la mimesis, a la imitatio, hasta el punto de dar a unas vagas pulsiones masturbatorias una concreción terrible y una urgente necesidad de ser saciadas. ¿Cómo pueden justificar los libertarios el torrente de erotica sádicos que inunda hoy nuestras librerías, nuestros quioscos y la Red? ¿Cómo defender a esta literatura programática del maltrato a los niños, del odio racial y de la criminalidad ciega con que se nos machacan los oídos, los ojos y la conciencia? Los mundos del ciberespacio y de la realidad virtual se saturarán de programas gráficos y revestidos de una pseudoautoridad, de las sugestiones de ejemplos validadores de la bestialidad hacia otros seres humanos, hacia nosotros mismos (la recepción, el disfrute del trash, de la basura, es automutilación del espíritu). ¿Está equivocado totalmente el ideal platónico de la censura?

Por el contrario, los libros son nuestra contraseña para llegar a ser lo que somos. Su capacidad para provocar esta trascendencia ha suscitado discusiones, alegorizaciones y deconstrucciones sin fin. Las implicaciones metafóricas del icono hebreo-helénico del “Libro de la Vida”, del “Libro de la Revelación”, de la identificación de la divinidad con el Logos, son milenarias y no tienen límites. Desde Súmer, los libros han sido los mensajeros y las crónicas del encuentro del hombre con Dios. Mucho antes de Catulo ya eran los correos del amor. Por encima de todo, con algunas obras de arte, han encarnado la ficción suprema de una posible victoria sobre la muerte. El autor debe morir, pero sus obras le sobrevivirán, más sólidas que el bronce, más duraderas que el mármol: exegi monumentum aere perennius (he hecho un monumento más perenne que el bronce). La polis que celebra Píndaro perecerá; la lengua en la que la celebra puede morir y tornarse indescifrable. Pero a través del rollo de papel, a través del elixir de la traducción, la oda pindárica sobrevivirá, seguirá cantando desde los labios desgarrados de Orfeo mientras la cabeza muerta del poeta baja por el río hasta el país del recuerdo. Una concha puede inmortalizar. Al traducir a Villon, Thomas Nashe había escrito: a brightness falls from her hair (un resplandor sale de su cabello); el impresor isabelino se equivocó y escribió: a brightness falls from the air (un resplandor sale del aire), ¡que se ha convertido en uno de los versos talismánicos de toda la poesía en lengua inglesa!

El encuentro con el libro, como con el hombre o la mujer, que va a cambiar nuestra vida, a menudo en un instante de reconocimiento del que no tenemos conciencia, puede ser puro azar. El texto que nos convertirá a una fe, nos adherirá a una ideología, dará a nuestra existencia una finalidad y un criterio podría esperarnos en la sección de libros de ocasión, de libros deteriorados o de saldos. Puede hallarse, polvoriento y olvidado, en una sección justo al lado del volumen que buscamos. La extraña sonoridad de la palabra impresa en la cubierta gastada puede captar nuestra mirada: Zaratustra, Diván Oriental y Occidental, Moby Dick, Horcynus Orca. Mientras un texto sobreviva, en algún lugar de esta tierra, aunque sea en un silencio que nada viene a romper, siempre es capaz de resucitar. Walter Benjamin lo enseñaba, Borges hizo su mitología: un libro auténtico nunca es impaciente. Puede aguardar siglos para despertar un eco vivificador. Puede estar en venta a mitad de precio en una estación de ferrocarril, como estaba el primer Celan que descubrí por azar y abrí. Desde aquel momento fortuito, mi vida se vio transformada y he tratado de aprender “una lengua al norte del futuro”.

Esta transformación es dialéctica. Sus parábolas son las de la Anunciación y la Epifanía. ¡Conocemos tan mal la génesis de la creación literaria! No tenemos, por así decirlo, ningún acceso a la posible neuroquímica del acto de imaginación y sus procedimientos. Hasta el borrador más informe de un poema es ya una etapa muy tardía en el viaje que conduce a la expresión y al género performativo. El crepúsculo, el “antes del alba” y las presiones a la expresión que se ejercen en el subconsciente son casi imperceptibles para nosotros. Más concretamente: ¿cómo es posible que unas incisiones sobre una tablilla de arcilla, unos trazos de pluma o de lápiz, muchas veces apenas visibles en un trozo de frágil papel, constituyan una persona —una Beatriz, un Falstaff, una Ana Karénina— cuya sustancia, para innumerables lectores o espectadores, excede a la vida misma en su realidad, en su presencia fenoménica, en su longevidad encarnada y social? Este enigma de la persona ficticia, más viva, más compleja que la existencia de su creador y de su “receptor” —ese hombre o esa mujer ¿son tan bellos como Helena, tan complejos como Hamlet, tan inolvidables como Emma Bovary?— es la cuestión fundamental, pero también la más difícil, de la poética y de la psicología.

La imagen clásica ha sido la de la creación divina, la de Dios haciendo el mundo y el hombre. Explícitamente o no, se ha entendido al gran escritor y al gran artista como un simulacrum del decreto divino. Con frecuencia, se ha sentido rival amargo o amante de Dios, su competidor en el acto de la invención y la representación. Para Tolstoi, Dios era “el otro oso del bosque”, al que había que hacer frente, con el que había que luchar. Toda la metáfora de la “inspiración”, tan antigua como las Musas o como el soplo de Dios en la voz del vidente o del profeta, es un esfuerzo para dar una razón de ser a las relaciones miméticas entre la poiesis sobrenatural y la poiesis humana. Con una diferencia capital. El problema de la creación divina ex nihilo ha sido debatido en todas las grandes teologías y en todos los grandes relatos mitológicos del misterio del comienzo (incipit). Hasta el escritor más grande entra en la casa de un lenguaje preexistente. Puede, dentro de unos límites muy estrictos, añadirle neologismos; puede, como Pascoli, tratar de insuflar una vida nueva a las palabras “muertas”, incluso a lenguas muertas. Pero no forma su poema, su obra teatral o su novela “de la nada”. En teoría, cada texto literario concebible está ya potencialmente presente en la lengua (de ahí la fantasía borgesiana de la biblioteca total de Babel). No por eso dejamos de seguir sin saber nada de la alquimia de la elección, de la secuencia fonética, gramatical y semántica que produce el poema perdurable. Y con el abandono progresivo, hoy, de la imagen de la creación divina, del concetto de la inspiración sobrenatural, nuestra ignorancia se hace mayor.

En el otro lado de la dialéctica, las cuestiones son casi igualmente desconcertantes. ¿Cuál es, exactamente, el grado de existencia de un poema o una novela que no se lee, de una obra teatral que jamás se representa? La recepción, aunque sea tardía, aunque sea por una minoría esotérica, ¿es indispensable para la vida de un texto? Si es así, ¿de qué manera lo es? El concepto de lectura, concebido como un proceso que revela en lo fundamental una colaboración, es intuitivamente convincente. El lector serio trabaja con el autor. Comprender un texto, “ilustrarlo” en el marco de nuestra imaginación, es, en la medida de nuestros medios, re-crearlo. Los más grandes lectores de Sófocles y de Shakespeare son los actores y los directores de teatro, que dan a las palabras su carne viva. Aprender de memoria un poema es encontrarlo a mitad de camino en el viaje siempre maravilloso de su venida al mundo. En una “lectura bien hecha” (Péguy), el lector hace con él algo paradójico: un eco que refleja el texto, pero también que responde a él con sus propias percepciones, sus necesidades y sus desafíos. Nuestras intimidades con un libro son completamente dialécticas y recíprocas: leemos el libro, pero, quizá más profundamente, el libro nos lee a nosotros.

Pero ¿cuál es la razón de lo arbitrario, de la naturaleza siempre discutible de estas intimidades? Los textos que nos transforman pueden ser, desde un punto de vista tanto formal como histórico, trivia. Como un estribillo de moda, la novela policíaca, la noticia ligera, lo efímero puede hacer irrupción en nuestra conciencia y huir a lo más profundo de nosotros. El canon de lo esencial varía de un individuo a otro, de una cultura a otra, pero también de un período de la vida a otro. Hay en la adolescencia textos maestros que son ilegibles más tarde. Hay libros repentinamente redescubiertos en la escena literaria o en la vida privada. La química del gusto, de la obsesión, del rechazo, es casi tan extraña e inaprensible como la de la creación estética. Seres humanos muy próximos entre sí por sus orígenes, por su sensibilidad y por su ideología pueden adorar el libro que se detesta, pueden juzgar kitsch lo que se considera una obra maestra. Coleridge hablaba de los hooked atoms de la conciencia, que se entremezclan de maneras imprevisibles; Goethe hablaba de las “afinidades electivas”; pero no son más que imágenes. Las complicidades entre el autor y el lector, entre el libro y la lectura que hacemos de él, son tan imprevisibles, tan vulnerables al cambio, y están tan misteriosamente arraigadas como las del eros. O, tal vez, como las del odio, pues hay textos inolvidables, que nos transforman y que acabamos odiando: yo no soporto ver el Otelo de Shakespeare en el teatro ni puedo enseñarlo, pero la versión de Verdi me parece, en muchos aspectos, la más coherente, un milagro humano.

La paradoja del eco vivificador entre el libro y el lector, del intercambio vital hecho de confianza recíproca, depende de ciertas condiciones históricas y sociales. El “acto clásico de la lectura”, como he tratado de definirlo en mi trabajo, requiere unas condiciones de silencio, de intimidad, de cultura literaria (alfabetismo) y de concentración. Faltando ellas, una lectura seria, una respuesta a los libros que sea también responsabilidad no es realista. Leer, en el verdadero sentido del término, una página de Kant, un poema de Leopardi, un capítulo de Proust, es tener acceso a los espacios del silencio, a las salvaguardias de la intimidad, a un determinado nivel de formación lingüística e histórica anterior. Es tener asimismo libre acceso a útiles de comprensión como diccionarios, gramáticas y obras de alcance histórico y crítico. Desde los tiempos de la Academia ateniense hasta mediados del siglo XIX, muy esquemáticamente, dicho acceso era la definición misma de la cultura. En mayor o menor medida, éste fue siempre el privilegio, el placer y la obligación de una élite. Desde la biblioteca de Alejandría hasta la celda de san Jerónimo, la torre de Montaigne o el despacho de Karl Marx en el British Museum, las artes de la concentración —lo que Malebranche definía como “la piedad natural del alma”— han tenido siempre una importancia esencial en la vida del libro.

Es una banalidad constatarlo: estas artes, en nuestros días, están muy erosionadas; se han convertido en un “oficio” universitario cada vez más especializado. Más del ochenta por ciento de los adolescentes estadounidenses no saben leer en silencio; hay siempre como telón de fondo una música más o menos amplificada. La intimidad, la soledad que permite un encuentro en profundidad entre el texto y su recepción, entre la letra y el espíritu, es hoy una singularidad excéntrica, que resulta psicológica y socialmente sospechosa. Es inútil detenerse a hablar del hundimiento de nuestra enseñanza secundaria, sobre su desprecio del aprendizaje clásico, de lo que se aprende de memoria. Una forma de amnesia planificada prevalece ya desde hace mucho tiempo en nuestras escuelas.

Al mismo tiempo, el formato del libro en sí, la estructura del copyright, de la edición tradicional, de la distribución en librerías están, ustedes lo saben mejor que yo, en plena transmutación, hasta en plena revolución. A partir de ahora, los autores pueden atender a sus lectores directamente por internet y pedirles que entren en comunicación directa con ellos (es así como se ha “publicado” todo el último John Updike). Cada vez se leen más libros on line, en la pantalla del ordenador, o se consultan en la Red. Ochenta millones de volúmenes de la Biblioteca del Congreso, en Washington (no) están (ya) disponibles (más que) por medios electrónicos. Nadie, por bien informado que esté, puede predecir lo que sucederá con el concepto mismo de autor, de textualidad, de lectura personal. Sin ninguna duda, estas evoluciones son maravillosamente excitantes. Suponen liberaciones económicas y oportunidades sociales de primera importancia. Pero también van acompañadas de profundas pérdidas. De manera creciente, los libros escritos, editados, publicados y comprados “al estilo antiguo” pertenecerán a las “bellas letras” o a lo que en alemán se denomina, peligrosamente, la Unterhaltungsliteratur, la “literatura fácil”. De manera creciente, la ciencia, la información, el saber en todas las formas se transmitirán, registrarán y encargarán por medios electrónicos. Las fracturas, ya grandes en nuestra cultura y en nuestras letras (alfabetismos), se harán más hondas.

Más que nunca necesitamos al libro, pero los libros, a su vez, nos necesitan a nosotros. ¿Qué privilegio más bello que el de estar a su servicio?

Traducción de María Condor
El universal. CONFABULARIO. 6 de enero de 2007