Monday, December 17, 2012

" Teoría de la economía sexual " / Wilhelm Reich.

" Teoría de la economía sexual "
 
Wilhelm Reich


 


La teoría de la economía sexual puede desarrollarse de la manera siguiente
- La salud síquica depende de la potencia orgástica, o sea, de la capacidad de entrega en el acmé de excitación sexual durante el acto sexual natural. Su fundamento es la actitud caracterológica no-neurótica de la capacidad de amar.
- La enfermedad mental es un resultado de las perturbaciones de la capacidad natural de amar y de relacionarse adecuada y satisfactoriamente con los demás.
- En el caso de la impotencia orgástica, de la cual sufre una enorme mayoría de los seres humanos, la energía biológica está bloqueada y se convierte así en fuente de las manifestaciones más diversas de conducta irracional (bloqueo emocional, exclusión).
- La cura de los trastornos síquicos requiere en primer término el restablecimiento de la capacidad natural de amar. Ello depende tanto de las condiciones sociales como de las condiciones síquicas.
- Las perturbaciones síquicas son el resultado del caos sexual originado por la naturaleza de nuestra sociedad; caos que ha tenido como función el sometimiento de las personas a las condiciones existentes. Sirve el propósito de obtener el anclaje síquico de una civilización mecanicista y autoritaria, haciendo perder a los individuos la confianza en sí mismos.
- Las energías vitales, en circunstancias naturales, se regulan espontáneamente, sin ayuda compulsiva medicamentosa, la cual indica con seguridad la existencia de tendencias antisociales. La conducta antisocial surge de pulsiones secundarias que deben su existencia a la supresión de la sexualidad natural.
- El individuo educado en una atmósfera de negación de la vida y del sexo contrae angustia de placer (miedo a la excitación placentera), que se manifiesta fisiológicamente en espasmos musculares crónicos.
- Esa angustia de placer es el terreno sobre el cual el individuo recrea las ideologías negadoras de la vida que son la base de las dictaduras. Es la base del miedo a una vida libre e independiente.
- Se convierte en una poderosa fuente de donde extraen su energía individuos o grupos de individuos a fin de ejercer toda clase de actividad represiva.
- Es una angustia biofisiológica y constituye el problema central de la investigación sicosomática. La persona neurótica sólo puede experimentar esta angustia como algo siniestro y atemorizante.
- La estructura caracterológica del hombre actual se caracteriza por un acorazamiento contra la naturaleza dentro de sí y contra la miseria social que lo- rodea.
- Este acorazamiento del carácter es la base de la soledad, del desamparo, del insaciable deseo de autoridad, del miedo a la responsabilidad, de la angustia mística, de la miseria sexual, de la rebelión guerrillera impotente así como de una resignación artificial y patológica de droga y alcohol.
- Los seres humanos han adoptado una actitud hostil a lo que está vivo dentro de sí mismos, de lo cual se han alejado. Este enajenamiento no tiene un origen biológico y económico, sino social y sicológico.
- Desde hace mucho el deber y la obligación han sustituido al goce natural del trabajo y la actividad. La estructura caracterológica corriente de los seres humanos se ha modificado en dirección a la impotencia y el miedo a vivir en actitudes de irresponsabilidad y de infantilismo. La catástrofe internacional que atravesamos es la última consecuencia de esa enajenación respecto de la vida.
- La formación del carácter en la pauta autoritaria tiene como punto central no el amor parental, sino la familia autoritaria. Suinstrumento principal es la supresión de la sexualidad en el infante y en el adolescente.
- Debido a la escisión de la estructura del carácter humano actual, se consideran incompatibles la naturaleza y la cultura, el instinto y la moralidad, la sexualidad y la realización. Esa unidad de la cultura y la naturaleza del trabajo y del amor, de la moralidad y la sexualidad, que eternamente anhela la raza humana, continuará siendo un sueño mientras el hombre no permita la satisfacción de la gratificación sexual natural de parte de las existencias biológicas.
- Hasta entonces la verdadera democracia y la libertad responsable seguirán siendo una ilusión. Hasta entonces prevalecerá el aniquilamiento de la vida, sea en forma de una educación compulsiva, sea en instituciones compulsivas, .sea en sacrificios estériles e inútiles de depresiones económicas inflacionarias con peticiones impulsivas de producción o sacrificios, o mediante guerras.
- En el campo de la sicoterapia, el principio fundamental de la técnica es la restauración de la motilidad biosíquica por medio de la disolución de las rigideces (acorazamientos) del carácter - y de la musculatura.
- Esta técnica sicoterapéutica fue experimentalmente confirmada por el descubrimiento de la naturaleza bioeléctrica de la sexualidad y la angustia. La sexualidad y la angustia son las direcciones opuestas de la excitación en el organismo biológico: expansión placentera y contracción angustiosa.
- La fórmula del orgasmo que dirige la investigación económico-sexual, es la siguiente: tensión mecánica -carga bioeléctrica- descarga bioeléctrica - relajación mecánica. Esta demostró ser la fórmula del funcionamiento vital en general.
- El hecho de que el hombre sea la única especie que no cumple la ley natural de la sexualidad es la causa inmediata de una serie de desastres terribles. La negación social externa de la vida conduce a la violencia, así como a perturbaciones síquicas y somáticas del funcionamiento vital.
- El proceso sexual, o sea, el proceso biológico expansivo del placer, es el proceso vital productivo per se.
- La tergiversación social de la vida de amor natural y el empeño a negarla a los niños y adolescentes representa un estado de cosas, característicamente humano. que se extiende más allá de los límites de cualquier Estado o grupo.
- La represión sexual, la rigidez biológica, la manía moralizadora y el puritanismo no están confinados a ciertas clases o grupos sociales. Existen por doquier. Aprobación y desaprobación, según el caso, han sido justificadas por la misma ideología.
- En realidad, esclarecer la función de lo viviente sólo amenaza una actitud y una clase de orden social y moral: el régimen autoritario de cualquier clase, que, mediante una moralidad compulsiva y una actitud también compulsiva frente al trabajo, intenta destruir la decencia espontánea y la autorregulación natural de las fuerzas vitales.
- El auténtico anhelo de democratizar la vida social, tan antiguo como el mundo, se basa en la autodeterminación, en una socialidad y moralidad naturales, en la alegría en el trabajo y la felicidad terrenal en el amor. Quienes sienten ese anhelo consideran toda ilusión un peligro.
- En el campo de la higiene mental, trátase de la tarea ímproba de reemplazar el caos sexual, la prostitución, la literatura pornográfica y el gangsterismo sexual, por la felicidad natural en el amor garantizada por la sociedad.
- Eso no implica ninguna intención de destruir la familia o de minar la moral. De hecho, la familia y la moral están minadas por la familia y la moralidad compulsivas. Profesionalmente, debemos acometer la tarea de reparar el daño causado por el caos sexual y familiar en forma de enfermedades mentales.
- La función natural de la socialización del hombre es garantizar el trabajo y la realización natural del amor. Esas dos actividades biológicas del hombre siempre han dependido de la investigación y pensamientos científicos, no de administraciones públicas ni de sistemas filosófico-económicos. El conocimiento, el trabajo y el amor natural son las fuentes de la vida. Deberían también ser las fuerzas que la gobiernan, y su responsabilidad total recae sobre todos los que producen mediante su trabajo.
- El médico o el maestro sólo tienen una obligación: practicar su profesión firmemente, sin transigir con los poderes que intentan suprimir la vida y considerar únicamente, el bienestar de quienes están a su cuidado. No pueden representar ideologíasque se hallen en conflicto con la verdadera tarea del médico o maestro.
- La hipocresía moralizadora es el enemigo más peligroso de la moralidad natural. La hipocresía moralizadora no puede combatirse con otro tipo de moralidad compulsiva, sino con el conocimiento de la ley natural de los procesos sexuales.
- La conducta moral natural presupone la libertad de los procesos sexuales naturales. Recíprocamente, la moralidad compulsiva y la sexualidad patológica corren parejas.
- La línea de compulsión es la línea de menor resistencia. Es más fácil exigir disciplina y reforzarla con la autoridad, que educar a los niños mediante una iniciación gozosa en el trabajo creativo y la conducta sexual natural.
- Es más fácil insistir en las manifestaciones de respeto y amor legalmente determinadas que conquistar la amistad mediante una conducta auténtica y decente.
- Es más fácil vender la propia independencia a cambio de una seguridad económica, que llevar una existencia independiente responsable, y ser su propio dueño.
- Es más fácil ordenar a los subordinados o pacientes lo que deben hacer, que guiarlos respetando al mismo tiempo su individualidad. Es más fácil representar lo vulgar y lo mediocre y más difícil representar la verdad.
- Sea cual sea el resultado, para las generaciones venideras, de las luchas sangrientas de nuestro mundo dislocado, la ciencia de la vida es más poderosa que todas las fuerzas negativas y todas las tiranías.
- Fueron Galileo y no Nerón, Pasteur y no Napoleón, quienes sentaron las bases de la técnica moderna, combatieron las epidemias; quienes exploraron la mente; quienes, en otras palabras, dieron un fundamento sólido a nuestra existencia. Los otros nunca hicieron otra cosa que abusar de las realizaciones de los grandes hombres para destruir la vida.

* Publicado en: "Método Transaccional Guestáltico". Mariano Dilz. Editorial Diana 1976, México.



Wilhelm Reich 
(Dubrozcynica, 1897 - Lewisburg, 1957) Psicoanalista austríaco, con seguridad el más prestigioso, radical y dramático exponente de la "izquierda freudiana" y del llamado "marxismo freudiano". De familia acomodada, su padre, Leon, de origen judío, es descrito como autoritario y posesivo; su madre, Cecilia Roniger, mujer sometida, se suicidó cuando Wilhelm Reich tenía catorce años. Según una de las esposas de Reich, Ilse Ollendorf, Wilhelm tuvo un papel en la muerte de su madre, al haber revelado a su padre la relación de ésta con uno de los tutores.

En un principio, Reich se interesó por la biología, de modo que se matriculó en Medicina. Se licenció en 1922 y se especializó con J. Von Wagner-Jauregg en neuropsiquiatría. En 1919 empezó a dedicarse al psicoanálisis y, con sólo veintitrés años, antes de finalizar los estudios, Freud lo aceptó a su lado. Su incorporación al círculo psicoanalítico coincidió con el inicio de animadas discusiones sobre sus ideas, y Federn tuvo que intervenir en varias ocasiones para restablecer la paz.
En 1924 introdujo el concepto de "potencia orgástica", la capacidad de abandono completo al espasmo involuntario del organismo y la descarga completa de la excitación en la culminación del acto sexual. Un tema al que concederá una importancia central: El descubrimiento del orgón y la función del orgasmo (Die Funktion des Orgasmus, 1927). Reich se interesó también muy pronto por el problema de los mecanismos de defensa. Los psicoanalistas de la época trabajaban en los diferentes tipos concretos de defensa cuando el paciente las ponía de manifiesto, y Reich elaboró por entonces el concepto-marco de Análisis del carácter (Charakteranalyse, 1933), seguido de Der triebhafte Charakter, (1925) y de Über Charakteranalyse (1928), donde expone que las defensas no han de considerarse separadas de la personalidad, ya que impregnan todos los aspectos (la "armadura caracterial") de ésta.
Marxista convencido, se dedicó intensamente a la política. Se atribuye a sus intentos de fundir las ideas de Freud y las de Marx el deterioro de sus relaciones con Freud, pero la verdadera razón fue más emotiva que ideológica. En 1931 fundó en Berlín Sexpol (Verlag für Sexualpolitik), un grupo en el seno del movimiento obrero, con fines médicos ambulatorios. En 1934 se desvinculó (no se sabe si porque dimitió o porque fue expulsado) de la Sociedad freudiana. Bajo el nazismo, se refugió en Copenhague, en Oslo y por fin, en 1939, en Estados Unidos.
Tras el distanciamiento respecto de Freud acentuó sus intereses políticos y sus investigaciones bioenergéticas. Son de esa época, entre otros, Psicología de masas del fascismo (Massenpsychologie des Faschismus, 1933), Materialismo dialéctico y psicoanálisis (Dialektischer Materialismus und Psychoanalyse, 1934), Was ist Klassenbewusstsein? (1934), escrito bajo el seudónimo de Ernst Parrel, La revolución sexual (Die Sexualität im Kulturkampf, 1936) y Die Bione (1938). Entre sus obras del último período destacan: Escucha, hombrecito (Listen, Little Man, 1948), The Oranur Experiment (1951) y El asesinato de Cristo (en Selected Writings), publicado póstumamente en 1960.

Tuesday, October 30, 2012

Hannah Arendt: Del desierto y los oasis

 Hannah Arendt: Del desierto y los oasis

En 1955, Hannah Arendt dictó en la Universidad de Berkeley el curso "Historia de la teoría política". En estas páginas se reproduce la conclusión recientemente aparecida en español de aquellas clases

 Por Hannah Arendt
 
 
                                Hannah Arendt
 
El crecimiento moderno de la amundanidad [imposibilidad de una comunión de los hombres con el cosmos y entre sí, N. de E.], el declive de todo entre humano [distancia que separa pero al mismo tiempo posibilita el encuentro, N. de E.], también se puede describir como la propagación del desierto. 
 
El primero que reconoció que vivimos y nos movemos en un mundo desértico fue Nietzsche y también fue él quien cometió el primer error decisivo diagnosticándolo. Como casi todos los que vinieron tras él, Nietzsche pensaba que el desierto está en nosotros. Así se revelaba a sí mismo no sólo como uno de los primeros habitantes conscientes del desierto, sino también y por lo mismo, como la víctima de su más terrible ilusión. La psicología moderna es psicología del desierto: cuando perdemos la facultad de juzgar, "de sufrir y de condenar", comenzamos a pensar que hay algo equivocado en nosotros si no podemos vivir bajo las condiciones del desierto. En la medida en que la psicología trata de "ayudarnos" nos ayuda a "ajustarnos" a aquellas condiciones y nos quita nuestra única esperanza; a saber: que nosotros, que no somos del desierto aunque vivamos en él, somos capaces de transformarlo en un mundo humano. La psicología pone todo del revés: precisamente porque sufrimos bajo las condiciones del desierto somos aún humanos y estamos aún intactos; el peligro consiste en que nos convirtamos en verdaderos habitantes del desierto y nos sintamos cómodos en él.

El mayor peligro en el desierto consiste en que hay tempestades de arena; en que el desierto no siempre es tranquilo como un cementerio. Allí donde, al fin y al cabo, todo sigue siendo posible, puede desencadenarse un movimiento autónomo. Esas tormentas de arena son los movimientos totalitarios, cuya característica principal reside en que se ajustan extraordinariamente bien a las condiciones del desierto. De hecho, no cuentan con nada más, y por ello parecen ser la forma política más adecuada a la vida del desierto. Ambos, la psicología -la disciplina de ajustar la vida humana al desierto- y los movimientos totalitarios -las tempestades de arena, en las cuales lo que es tranquilo como la muerte explota repentinamente en pseudoacción- plantean un peligro inminente a las dos facultades humanas que pacientemente nos capacitan para transformar el desierto en lugar de transformarnos a nosotros mismos: las facultades conjuntadas de acción y pasión. Es cierto que cuando somos alcanzados por los movimientos totalitarios o por los ajustes de la psicología moderna sufrimos menos; pero perdemos la facultad de sufrir y con ella la virtud de resistir. Y sólo de aquellos que consiguen resistir el padecimiento de vivir bajo las condiciones del desierto es de quienes podemos esperar que se armen del coraje necesario que se encuentra en la raíz de toda acción, del coraje que convierte a un hombre en un ser actuante.

Las tormentas de arena amenazan también esos oasis en el desierto sin los que ninguno de nosotros podría resistir allí, mientras que la psicología sólo intenta acostumbrarnos a la vida en el desierto de modo que ya no sintamos la necesidad de los oasis. Los oasis constituyen todos esos dominios de la vida que existen independientemente, o al menos en gran medida independientemente, de las circunstancias políticas. Lo que en ellos disuena es la política, es decir, nuestra experiencia plural, pero no lo que podemos hacer y crear en la medida en que existimos en singular: en el aislamiento del artista, en la soledad del filósofo, en la relación inherentemente amundana entre seres humanos tal como existe en el amor y a veces en la amistad "cuando un corazón se dirige directamente a otro, como en la amistad, o cuando el entre, el mundo, asciende en llamas como en el amor". Sin la intangibilidad de esos oasis no sabríamos cómo respirar. Y los especialistas en ciencia política deberían saber esto. Si aquellos que deben gastar sus vidas en el desierto, intentando hacer esto o aquello, preocupándose constantemente por sus condiciones, no saben cómo usar los oasis, se convertirán en habitantes del desierto, incluso sin ayuda de la psicología. En otras palabras, los oasis se secarán si no los mantenemos intactos, y ellos no son meros lugares de "relax" sino las fuentes dispensadoras de vida que nos permiten vivir en el desierto sin reconciliarnos con él.

El peligro opuesto es mucho más frecuente. Su nombre habitual es escapismo: huir del mundo del desierto, de la política, hacia lo que quiera que sea es una forma menos peligrosa y más refinada de aniquilar los oasis que las tormentas de arena, que amenazan su existencia, por así decirlo, desde fuera. Tratando de huir transportamos la arena del desierto a los oasis "como Kierkegaard, tratando de escapar de la duda, introdujo su duda en la religión cuando dio el salto a la fe". La falta de resistencia, el fracaso de reconocer y resistir la duda como una de las condiciones fundamentales de la vida moderna, introduce la duda en el único ámbito en que nunca debió entrar: el ámbito religioso; hablando estrictamente, el ámbito de la fe. Eso es sólo un ejemplo para que veamos lo que hacemos cuando intentamos huir del desierto. Porque aniquilamos los oasis dispensadores de vida cuando vamos a ellos con la intención de huir, parece a veces como si todo conspirase para generalizar las condiciones del desierto.

También esto es una ilusión. En último análisis, el mundo humano es siempre el producto del amor mundi del hombre, un artificio humano cuya inmortalidad potencial está siempre sujeta la mortalidad de aquellos que lo construyen y a la natalidad de aquellos que comienzan a vivir en él. Lo que Hamlet dijo es siempre verdad: "El tiempo está fuera de quicio. ¡Maldita suerte la mía, haber nacido para ponerlo en orden!". En este sentido, en la necesidad que tiene el mundo de los que comienzan para que pueda ser comenzado de nuevo, el mundo es siempre un desierto. Sin embargo, a partir de las condiciones de amundanidad que aparecieron por primera vez en la Edad Moderna -amundanidad que no debería ser confundida con la ultramundanidad cristiana- nació la cuestión de Leibniz, Schelling y Heidegger: ¿por qué hay algo en lugar de nada? Y a partir de las condiciones específicas de nuestro mundo contemporáneo que nos amenaza no sólo con que no-haya-nada, sino también con que no-haya-nadie, puede surgir la pregunta: ¿por qué hay alguien en lugar de nadie? Estas cuestiones pueden sonar nihilistas pero no lo son. Al contrario, son las cuestiones antinihilistas planteadas en una situación objetiva de nihilismo, donde el que no-haya-nada y el que no-haya-nadie amenazan con destruir el mundo.

Traducción: Juan A. Guerrero
Revista de Occidente

                                                                                                           
                                                                     Hannah Arendt.


Hannah Arendt, nacida como Johanna Arendt (Linden-Limmer, hoy barrio de Hannover, Alemania, 14 de octubre de 1906 – Nueva York, Estados Unidos, 4 de diciembre de 1975), fue una filósofa política alemana de origen judío, una de las más influyentes del siglo XX.

La privación de derechos y persecución en Alemania de personas de origen judío a partir de 1933, así como su breve encarcelamiento ese mismo año, contribuyeron a que decidiera emigrar. El régimen nacionalsocialista le retiró la nacionalidad en 1937, por lo que fue apátrida hasta que consiguió la nacionalidad estadounidense en 1951.

Saturday, October 13, 2012

MO YAN: LAS BALADAS DEL AJO (Cap. 20).

  MO YAN 
(Premio Nobel 2012):
 
LAS BALADAS DEL AJO
(Cap. 20) 

 
 Mo yan
Mo Yan.
 
 
Canto al mes de mayo del año 1987; a un proceso criminal acaecido en Paraíso: la policía vino de todas partes, arrestando a noventa y tres de sus conciudadanos. Algunos murieron, otros fueron a la cárcel... 
¿Cuándo verá el pueblo llano el cielo azul de la justicia?
Extracto de una balada cantada por Zhang Kou en una calle del lado oeste del edificio de oficinas del gobierno.

Después de terminar el verso sintió cómo el suelo de la cantina retumbaba. Un trago de agua fresca humedeció su parcheada y abrasiva garganta. Todo lo que escuchó a su alrededor fue un aplauso y de vez en cuando algún grito lanzado por las jóvenes voces: «¡Bravo Zhang Kou! ¡Otra, otra, otra!». Mientras escuchaba sus voces, apenas podía ver los cuerpos polvorientos y los ojos resplandecientes que había ante él. Era finales de otoño y todo el revuelo que desataron los incidentes del ajo acaecidos en el Condado Paraíso se había aplacado. Más de veinte campesinos, entre los que se encontraba Gao Ma, que fue considerado su cabecilla, habían sido condenados a permanecer en un campo de trabajo para reformarse; el jefe del Condado, Zhong «Servidor del Pueblo» Weimin, y el secretario del partido del Condado, Ji Nancheng, habían sido trasladados a otro destino. Sus suplentes, después de entregar una serie de informes a los dignatarios locales, organizaron un programa obligatorio para los trabajadores del Condado con el fin de rastrillar el ajo podrido de las calles de la ciudad y arrojarlo al río Agua Blanca, que pasaba por la ciudad. Calcinado por el sol de mediados de verano, el ajo desprendía un hedor que se extendía por toda la ciudad hasta que un par de tormentas de verano aliviaron el martirio. Al principio, los incidentes fueron la comidilla de todo el mundo, pero las tareas del campo y la conciencia de que el tema se estaba estancando tuvieron el mismo efecto en las conversaciones que el de la lluvia sobre el olor del ajo. Zhang Kou, cuya ceguera le había servido para obtener la clemencia del jurado, resultó ser la excepción. Salvaguardado en una calle lateral que se extendía junto al edificio de oficinas del gobierno, tañía sin descanso su erhu y cantaba una balada sobre el ajo que se cultivaba en Paraíso, donde cada versión se construía sobre la base de la anterior.

... Dijeron que los oficiales amaban al pueblo. Entonces, ¿por qué trataban a la gente como si fueran sus enemigos?
Los gravosos impuestos y los aranceles cobrados por debajo de la mesa, como bestias abominables, obligaron a los campesinos a dirigirse a las colinas.
El pueblo llano tiene una montaña de protestas, pero no se atreve a expresarlas. Ya que, en cuanto abren la boca, las porras eléctricas se la cierran de golpe...
En este punto de su canción algo caliente le aguijoneó sus ciegos ojos, como si las lágrimas se hubieran materializado desde alguna parte de su cuerpo, y recordó lo mucho que había sufrido en la prisión del Condado.
El policía sostuvo la caliente porra eléctrica en su boca hasta que se escuchó cómo crujía.
—¡Cierra el pico, maldito ciego cabrón! —espetó el policía envenenadamente. A continuación, la chisporroteante porra tocó sus labios y un relámpago le golpeó como si le hubieran clavado un millar de agujas. Sus dientes, sus encías, su lengua y su garganta... Un estallido de dolor golpeó la parte superior de su cabeza y descendió por el resto del cuerpo. Un grito salió de su garganta, enviando multitud de escalofríos por toda la columna vertebral. La sangre emanaba de las marchitas cuencas de sus ojos.
—Puedes obligarme a comer mierda —dijo—, pero no puedes hacer que mantenga la boca cerrada aunque quisiera. En mi interior hay cosas que se deben expresar. Yo, Zhang Kou, estoy unido para siempre a la gente del pueblo...
—¡Así se habla, Tío Abuelo Zhang Kou! —gritaron dos jóvenes compañeros—. ¡Hay medio millón de personas en el Condado Paraíso y la tuya es la única boca que se atreve a hablar claro!
—¡Zhang Kou, deberías ser elegido jefe del Condado! —se mofó alguien.
Todo el mundo dice que nuestros líderes locales son elegidos por las masas. 
¿Pero por qué los funcionarios siguen gastándose todo el dinero de sus amos? 
Nosotros, el pueblo llano, sudamos sangre como si fuéramos bestias de carga, sólo para que los oficiales corruptos y codiciosos puedan engordar y no hacer nada.
En este punto de su canción, Zhang Kou pronunció cada palabra con rabia, en voz alta y clara, lanzando a su público a un frenesí de palabrería incontrolada.
—¡Maldición! Se llaman a sí mismos siervos públicos, ¿verdad? ¡Unos demonios chupasangre, eso es lo que son!
—¡Dicen que pueden nombrarte líder del Condado por cincuenta mil yuan al año!
—La residencia celebra a diario un banquete de lujo, con comida suficiente como para alimentarnos durante todo un año.
—¡Están corrompidos hasta la médula!
La voz de un anciano se unió a la discusión.
—Vosotros, los jóvenes, será mejor que tengáis cuidado con lo que decís. Tú también, Hermano Zhang Kou. ¡No olvides lo que le pasó a la gente que destrozó las oficinas del gobierno!
Zhang Kou cantó a modo de respuesta.
—Buen hermano, permanece ahí plácidamente y escucha mi historia...
Apenas empezaron a salir las palabras de su boca cuando varios hombres se abrieron paso a codazos gritando entre la multitud.
—¿Qué hace aquí toda esta gente? Estáis bloqueando el tráfico e interrumpiendo el orden. ¡Disolveos, moveos!
Dándose cuenta enseguida de que las voces pertenecían a los policías que le habían tratado en la prisión, Zhang Kou comenzó de nuevo a tañer su erhir.
Canto a una chica m uy atractiva, con unas hermosas y enormes tetas y una cintura esbelta, que se pasea por la calle, haciendo girar la cabeza a todos los jóvenes...
—¿Zhang Kou, todavía sigues cantando esa mierda de rimas? —preguntó uno de los policías.
—Oficial, no me juzgues de forma precipitada —respondió Zhang Kou—. Como soy ciego, tengo que recurrir a mi boca para poder vivir. No soy un delincuente.
Un compañero joven que se encontraba entre la multitud habló:
—Zhang Kou debe estar agotado después de llevar toda la tarde cantando. Se merece un descanso. Vamos, amigos, rascaos el bolsillo. Aunque no os podáis permitir darle diez yuan, al menos una sencilla moneda de cobre será mejor que nada. Si todo el mundo contribuye, podrá comprarse unos ricos y deliciosos bollos.
Se escuchó el sonido metálico característico de las monedas que caían delante de él y el crujido de los billetes de papel en contacto con el suelo. «Muchas gracias —dijo una y otra vez—. Gracias a todos, jóvenes y ancianos».
—Oficiales, buenos tíos, vuestras raciones proceden del tesoro nacional y recibís un salario suficiente como para no lamentar que se deslicen algunas monedas por entre los dedos. Tened un poco de clemencia con este anciano ciego.
—¡Y una mierda! ¿Qué te hace pensar que tenemos dinero? —respondió airado uno de los policías—. ¡Tú ganas más con media hectárea de ajo de lo que ganamos nosotros jugándonos el culo durante todo el año!
—¿Otra vez hablando del ajo? ¡Seguro que tus nietos son lo bastante estúpidos como para plantar ajo el próximo año! —se burló un joven.
—Eh, tú —demandó el policía—. ¿Qué has querido decir con eso?
—¿Yo? Nada. Lo único que digo es que, para mí, se ha acabado el ajo. De ahora en adelante, voy a plantar alubias y quizá un poco de opio —se quejó el joven.
—¿Opio? ¿Cuántas cabezas tienes sobre los hombros, pequeño rufián? —preguntó el policía.
—Sólo una. ¡Pero me verás pidiendo limosna en la calle antes de plantar un solo tallo de ajo! —dijo el joven, alejándose.
—¡Detente ahora mismo! ¿Cómo te llamas? ¿De qué aldea eres? —exigió el policía, corriendo tras él.
—¡Corred todos! ¡La policía vuelve a la carga de nuevo! —gritó alguien. Entre gritos y lamentos, la multitud se dispersó en todas las direcciones, dejando a Zhang Kou envuelto en un manto de silencio. Ahuecó la oreja para averiguar lo que estaba sucediendo, pero su público fiel se había escabullido como un pez en las profundidades del océano, dejando tras de sí un paño de silencio y el hedor de su sudor.
Desde algún punto en la lejanía llegó el sonido de una corneta, seguida por el ruido de los niños en su camino a la escuela. Sintió sobre su espalda el calor del sol de la tarde propio de finales de otoño. Después de coger su erhu, anduvo a tientas por el suelo para recoger las monedas y los billetes que la gente había arrojado a sus pies. La gratitud inundó su corazón cuando cogió un billete gigantesco de diez yuan y su mano comenzó a temblar. La intensidad de sus sentimientos hacia su anónimo benefactor era insondable.
Después de ponerse de pie, avanzó por la bacheada carretera, bastón en mano, dirigiéndose hacia la estación de ferrocarril y abandonó el almacén al que él y otros viejos vagabundos llamaban hogar. Desde que salió de la prisión, donde fue sometido a todo tipo de abusos físicos, se había ganado la admiración de los ladrones, de los mendigos y de los adivinos de la localidad, los llamados despojos de la sociedad. Los ladrones robaron una esterilla para dormir hecha de junco y suficiente forro de algodón como para prepararle una blanda y confortable cama, y los mendigos compartieron con él su mísero botín. A lo largo de los días y de las semanas fue mejorando, ya que había personas que cuidaban de él, haciéndole recuperar la fe en la naturaleza humana. Por lo tanto, subordinando su propia seguridad al amor por sus amigos marginados, cantó a pleno pulmón una balada sobre el ajo para protestar por el maltrato al que estaba sometido el pueblo llano.
Aproximadamente a medio camino de casa, además del olor familiar de las hojas blanqueadas de un viejo árbol, también percibió la esencia intensa y metálica del aceite resistente al óxido. Apenas tuvo tiempo para reaccionar antes de que una mano se posara sobre su hombro. De manera instintiva, metió la cabeza entre los hombros y cerró los labios con fuerza, esperando ser abofeteado. Pero fuera quien fuera el desconocido, se limitó a reír amistosamente y dijo con voz suave:
—¿De qué tienes miedo? No voy a hacerte daño.
—¿Qué quieres? —preguntó con voz trémula.
—Zhang Kou —dijo el hombre amablemente—, no habrás olvidado lo que una porra eléctrica es capaz de hacer en tu boca, ¿verdad?
—No he dicho nada.
—¿De veras?
—No soy más que un anciano ciego que canta historias para poder vivir. Así es como consigo matar el hambre.
—Sólo pienso en tu bienestar —dijo el hombre—. No más canciones sobre el ajo, ¿me oyes? ¿Qué crees que se va a agotar antes, tu boca o la porra eléctrica?
—Muchas gracias por la advertencia. Lo he comprendido perfectamente, —Eso está bien. Ahora no cometas ninguna locura. Tener la boca demasiado grande es la causa de la mayor parte de los problemas.
El hombre se dio la vuelta y se alejó. Unos segundos después, Zhang Kou escuchó el ruido de una motocicleta arrancando y perdiéndose por la carretera. Permaneció mucho tiempo detrás del viejo árbol sin atreverse a mover un dedo. La mujer que regentaba una tienda de alimentación situada cerca del enorme viejo árbol le vio.
—¿Eres tú, Tío Abuelo Zhang? —le llamó con voz cálida—. ¿Por qué estás ahí? Ven a comer unos esponjosos bollos, recién sacados del horno. Invito yo.
Una risa irónica escapó de los labios del ciego mientras golpeaba el tronco del árbol con el bastón; después, comenzó a lanzar gritos furiosos:
—¡Malditas hienas de corazón oscuro! ¿Realmente creéis que podéis cerrarme la boca tan fácilmente? ¡Sesenta y seis años son suficiente vida para un hombre!
La pobre mujer gritó alarmada.
—Tío Abuelo, ¿con quién estás tan enfadado? ¿Es algo por lo que merezca la pena ponerse histérico?
—Ciego y pobre, mi vida nunca ha valido más que un puñado de monedas de cobre. ¡Cualquiera que piense que puede cerrar la boca a Zhang Kou será mejor que se prepare para revocar los veredictos del caso del ajo!
De vuelta a la calle, comenzó a cantar a pleno pulmón.
La propietaria lanzó un profundo suspiro mientras veía bajar por el callejón la enjuta silueta del anciano ciego.
Tres días más tarde las lluvias de otoño convirtieron la calle lateral en un mar de lodo. Mientras la propietaria de la tienda de alimentación permanecía en el umbral de la puerta contemplando la farola que se encontraba en el otro extremo de la calle, con las gotas de lluvia bailando entre su pálida luz amarilla, experimentó una sensación de soledad y aburrimiento desesperante. Antes de cerrar la puerta e irse a la cama, creyó haber escuchado el sonido de una monótona canción de Zhang Kou rondando su casa. Abrió la puerta de golpe y miró a un lado y a otro de la calle, pero la música cesó. Después de cerrar la puerta, volvió a escuchar la música, más íntima y conmovedora que antes.
A la mañana siguiente encontraron el cuerpo de Zhang Kou desplomado sobre la calle lateral, con la boca llena de un lodo hediondo. Tumbado junto a él se encontraba el cadáver sin cabeza de un gato.
Las nubes de lluvia trajeron consigo el insoportable hedor del ajo podrido, que invadió toda la ciudad. Los ladrones, los mendigos y otros indeseables transportaron el cuerpo de Zhang Kou a través de la calle, lanzando gemidos y lamentos desde el alba hasta que cayó la noche, momento en el que cavaron una fosa cerca del enorme árbol viejo y enterraron a Zhang Kou.
Desde ese día, la propietaria de la tienda de alimentación cada noche escucha cantar a Zhang Kou. La pequeña calle lateral no tardó en convertirse en una calle habitada por fantasmas. Uno por uno, los residentes se vieron obligados a marcharse, salvo la propietaria, que un día se ahorcó en el enorme árbol, uniéndose a la población espectral que moraba en el barrio.
Durante toda la noche Cuarta Tía respiró emitiendo un silbido, tosió y armó mucho ruido, robando el sueño a sus compañeras de celda. La presa a la que llamaban Muía Salvaje maldijo enfadada: —¡Si te estás muriendo, maldita sea, hazlo ya...! —Estoy tratando de no toser, muchacha —dijo Cuarta Tía en tono de disculpa—, y ten por seguro que dejaría de estornudar si pudiera...
La muchacha de cejas largas y hermosas que dormía en la litera situada encima de Cuarta Tía protestó:
—Es un crimen el modo en el que obligan a una anciana enferma a cumplir una condena. Dolida en el alma al recordar la injusticia que se estaba cometiendo con ella, Cuarta Tía sintió cómo las lágrimas inundaban sus ojos y resbalaban por sus mejillas. Y cuanto más pensaba en ello, peor se sentía, hasta que un gemido de agonía ahogó su garganta.
Sus compañeras de celda —aproximadamente una docena en total— se levantaron. Las que tenían el corazón más blando se colocaron el abrigo sobre los hombros y se acercaron a ver qué ocurría, mientras que las que no se conmovían con tanta facilidad se limitaron a protestar y a maldecir.
—¡Déjalo ya! —ordenó Muía Salvaje—. Sabía que esto iba a pasar. Se supone que eras dura como la piedra, pero te has venido abajo fácilmente: ¡cinco años por quemar un edificio del gobierno!
Entre sollozos y respiraciones con silbidos, Cuarta Tía gimió:
—Muchacha, sé que voy a morir en este campo...
Una guardiana con los ojos somnolientos apareció en la ventana y dio un golpe en las barras.
—¿Qué está pasando ahí? ¿Quién está haciendo todo ese ruido a estas horas de la noche? —Informando, oficial —dijo la muchacha de cejas largas—. Número Treinta y Ocho está enferma.
—¿Qué le ocurre?
—No puede dejar de toser y de estornudar.
—Eso no es nada nuevo. Ahora déjalo ya y ponte a dormir. Hay gimnasia a primera hora de la mañana, no lo olvides. Después de que la guardiana se fuera, la muchacha de cejas largas vertió un poco de agua en una taza, la acercó a los labios de Cuarta Tía v sacó de debajo de la almohada algunas pastillas.
—Toma, tía —dijo—, son para aliviar el dolor y la inflamación. Toma un par de ellas, te ayudarán.
—No puedo gastar tus medicinas, cariño —objetó Cuarta Tía.
—Todos estamos metidos en esto —respondió la muchacha—, así que ahora no debes preocuparte por nimiedades como ésta.
La muchacha ayudó a Cuarta Tía a tomar las pastillas.
—Jovencita —dijo llorosa Cuarta Tía—, ¿cómo puedo compensarte por esto?
—Conviértela en tu nuera —intervino Muía Salvaje.
—¿Con los hijos que tengo? —comentó Cuarta Tía—. No se merecen a una persona como ella.
—Y tú, mientras vendes una muía por delante, la cabeza de una tortuga se acerca sigilosa por detrás —soltó la muchacha.
Muía Salvaje se puso de pie airada y la miró directamente.
—¿Con quién estás hablando?
—Contigo —respondió la muchacha desafiante—. ¡Te estoy llamando puta apestosa que vende su coño!
Primero mortificada y luego enrabietada, Muía Salvaje cogió un zapato rayado de cuero y lo arrojó hacia su contendiente.
—¿Que yo vendo mi coño? —gruñó—. ¿Acaso tú no lo haces? Deja de mostrarte tan engreída. Las pequeñas virgencitas no salen vivas de un sitio como éste.
La muchacha de cejas largas se agachó justo a tiempo para que el zapato pasara por encima de ella y golpeara a una mujer con aspecto de comadreja que ocupaba la cama número tres y cumplía condena por ahogar a su propio hijo. Tras recibir el impacto, se puso de pie y golpeó a la muchacha de cejas largas en la cabeza.
Entonces se armó un terrible alboroto, con la muchacha de cejas largas y Muía Salvaje arañándose, la comadreja desatando una tormenta y Cuarta Tía gritando entre lágrimas. Las demás prisioneras se unieron golpeando los barrotes, aullando o repartiendo algunos golpes por su cuenta.
Dos carceleras armadas con porras entraron precipitadamente en la celda y redujeron rápidamente a las combatientes sin preocuparse de hacer distinciones.
—La próxima que haga un solo ruido —amenazó una de ellas—, se queda sin comer tres días. La otra dijo:
—¡Números Veintinueve y Cuarenta, fuera! Os venís con nosotras.
—Yo no he hecho nada —se quejó la muchacha de cejas largas.
—Cierra el pico —dijo la carcelera, recalcando su orden con un golpe bien dirigido de su porra.
Muía Salvaje sonrió tímidamente. —Oficiales, admito que me he portado mal, pero prometo que no volveré a hacerlo. Sólo quiero dormir un poco.
—¡No me vengas con ésas! Vestios y venid conmigo.
Cuarta Tía, doblada por la cintura, intercedió por sus compañeras de celda.
—No las culpe, oficial, todo es por mi culpa. No soy más que una anciana que no es capaz de dejar de toser y de estornudar. Las otras chicas no podían soportarlo.
—Ya basta —dijo la carcelera—. ¡No utilicéis a esta santa madre para que influya sobre nosotras!
Mientras la carcelera condujo a la muchacha de cejas largas y a Muía Salvaje fuera de la celda, Cuarta Tía tuvo que taparse la boca sin dejar de llorar en voz alta. Aquella noche, tuvo una serie de pesadillas. En la primera soñó con que Jinju acudía a visitarla, pero cuando Cuarta Tía avanzó hacia ella, la lengua de su hija embarazada salió de su boca y sus ojos saltaron de sus cuencas. Cuarta Tía se despertó dando un grito, con la piel fría y húmeda. Los cables telefónicos que se extendían por fuera del muro de la prisión emitían un cántico con el viento de otoño. Los rayos de luna atravesaban sesgados la ventana y aterrizaban sobre el rostro de la ladrona que dormía en la cuarta cama. La muchacha, que apenas había madurado como mujer, dormía con la nariz ronzada y rechinando los dientes ante uno de sus sueños.
Cuarta Tía apenas había vuelto a cerrar los ojos cuando Cuarto Tío apareció junto a su cama, con la cabeza ensangrentada, y dijo:
—Madre de mis hijos, ¿por qué todavía sigues aquí? Te quiero a mi lado.
Alargó el brazo para llegar hasta Cuarta Tía, quien de nuevo se despertó asustada. Su corazón latía violentamente. Más allá de la cocina del campamento, cantó un gallo. Un canto más y ya despuntaría el alba.
Sonó el toque de diana. Cuarta Tía salió a duras penas de la cama, se tambaleó brevemente y se desplomó como si fuera una muñeca de trapo. Los gritos de sus compañeras de celda, que estaban haciendo sus camas, hicieron que la carcelera llegara corriendo. Cuando abrió la puerta, Cuarta Tía yacía boca abajo.
—¡Levantadla del suelo! —ordenó la carcelera.
Las compañeras de celda de Cuarta Tía así lo hicieron, con más rapidez que eficacia. A continuación la carcelera llamó al médico del campamento, que le puso una inyección. Tenía la boca crispada y por sus ojos resbalaba un torrente de lágrimas amargas mientras el médico colocaba una tirita sobre un corte que se hizo en la cabeza. Justo después del desayuno, la carcelera dijo:
—Puedes tomarte el día libre, Número Treinta y Ocho. Cuarta Tía se quedó muda de agradecimiento. Después de que las demás internas hubieran formado varias filas en el complejo y marcharan hacia los campos para empezar las tareas del día, un silencio inundó el bloque de celdas, amplificando el sonido de las enormes ratas que se deslizaban por el patio de la prisión y ahuyentando a los hambrientos gorriones que picoteaban algunas migas de pan en el lodo. Algunos de los pájaros se refugiaron sobre la repisa de la ventana, donde giraron las cabezas y fijaron sus ojos negros y redondos sobre Cuarta Tía. Completamente sola, y abrumada por la tristeza, se echó a llorar. Después, una vez que remitieron las ganas de llorar, murmuró:
—Es hora de unirme a ti, esposo...
Se quitó los pantalones, pasó el cinturón alrededor del marco de metal de la litera que estaba encima de la suya y enganchó el botón superior. Otro sollozo, un último pensamiento —esposo, no puedo soportar más esto—, antes de deslizar el ojal del pantalón por encima de su cabeza y dejarse caer hacia delante.
Pero Cuarta Tía no murió, al menos no en ese momento. Fue salvada por una carcelera que pasaba por allí quien, con una sonora bofetada en el rostro, maldijo:
—¿En qué diablos estás pensando, maldita vieja mofeta? Mientras lanzaba un sonoro gemido, Cuarta Tía cayó de rodillas.
—Sé una buena chica y déjame morir, por favor... La carcelera dudó por unos instantes y su rostro adquirió una amable femineidad. Mientras ayudaba a Cuarta Tía a ponerse de pie, dijo dulcemente:
—Vieja Madre, no digas a nadie lo que hoy ha pasado aquí. Será nuestro secreto. Si dejas de armar jaleo y te esfuerzas por ser una prisionera modelo, trataré de hacer que te suelten pronto.
Esta vez, mientras Cuarta Tía caía de nuevo de rodillas, la carcelera la detuvo: —Eres una buena chica —dijo Cuarta Tía—. Pero alguien tiene que pagar por la muerte de mi marido.
—Deja ya de decir esas cosas —la consoló la carcelera—. Encabezar a una muchedumbre para destruir las oficinas del gobierno es un grave delito...
—Perdí la cabeza. Prometo que no lo voy a volver a hacer...
Un mes más tarde, Cuarta Tía fue liberada por prescripción facultativa y poco tiempo después estuvo de vuelta en casa.
El día de Año Nuevo de 1988 era festivo para los varios cientos de prisioneros que se encontraban encerrados en el campo de trabajo. Algunos lo pasaron durmiendo, otros escribiendo a casa y otros se agolparon en el patio que se extendía al otro lado de la ventana de la sala de ocio para ver un programa de variedades en un aparato de televisión en blanco y negro.
Gao Ma y Gao Yang se sentaron en una enorme baldosa de mármol que había en el patio, desnudos de cintura para arriba mientras despiojaban sus chaquetas. Los rayos de sol calentaban el lodo que se extendía a su alrededor y caían sobre su bronceada piel. Aquí y allá otros pequeños grupos de prisioneros se sentaban bajo el sol a conversar entre susurros. Los guardias armados ocupaban las torres que se levantaban más allá de la puerta interior, sin perder de vista ni un instante a los hombres que había abajo. La puerta principal, cubierta con una malla de acero, estaba cerrada con llave. Algunos oficiales del campo cortaban el pelo a los prisioneros, haciendo bromas y riendo alegremente.
Las ratas gigantes entraban y salían de la letrina. En la zona que había entre las dos puertas, un enorme gato negro se había visto obligado a subir a un árbol ante la llegada de un enjambre de roedores.
—Cuando las ratas alcanzan ese tamaño, hasta los gatos se asustan de ellas —comentó Gao Yang.
Gao Ma sonrió.
—Le dije a mi esposa que te trajera un par de zapatos después de primero de año —dijo Gao Yang.
—No le des más trabajo por mi culpa —dijo Gao Ma, visiblemente conmovido—.Tu mujer está muy ocupada con los dos niños. Un soltero como yo necesita pocas cosas.
—Resígnate, primo, y soporta el próximo año de la mejor manera posible. Entonces, cuando salgas, encuentra una esposa y sienta la cabeza.
Gao Ma sonrió lánguidamente, pero no dijo nada.
—Después de todo, eres un veterano del ejército —prosiguió Gao Yang—. Los líderes del campo te han echado el ojo. Sé que puedes conseguir que te liberen pronto si haces lo que te dicen. Podrías estar fuera de aquí antes que yo.
—Tarde o temprano, ¿eso qué importa? —respondió Gao Ma—. Prefiero cumplir la condena por ti para que te puedas ir a casa y cuidar de nuevo de tu familia.
—Primo —dijo Gao Yang—, estamos destinados a tener mala suerte. Para los hombres, sufrir de esta manera no es gran cosa, pero piensa en la pobre Cuarta Tía...
Ansiosamente, Gao Ma preguntó:
—¿No la habían liberado por motivos de salud?
Dudando unos instantes, Gao Yang dijo:
—Mi esposa me pidió que no te lo dijera...
—¿Que no me dijeras qué? —exigió Gao Ma ansiosamente, agarrando la mano a Gao Yang.
Gao Yang suspiró.
—Después de todo, era tu suegra, así que no estaría bien ocultártelo.
—Habla, primo. No me tengas en suspenso.
—¿Te acuerdas el día que vino mi esposa a visitarme? —dijo Gao Yang—. Fue entonces cuando me lo contó.
—¿Qué te dijo?
—Los hermanos Fang son unos malditos cabrones. ¡No merecen llamarse seres humanos!
La paciencia de Gao Ma se estaba acabando.
—Primo Gao Yang, es hora de sacar las alubias de la cesta. Me estás volviendo loco con tu forma de divagar.
Gao Yang volvió a suspirar.
—Muy bien, te lo cuento. El adjunto Yang tampoco es una buena persona. ¿Te acuerdas de su sobrino, Cao Wen? Pues bien, se cayó a un pozo y su familia decidió arreglar un matrimonio en el Inframundo.
—¿Un qué?
—¿Ni siquiera sabes lo que es un matrimonio en el Inframundo?
Gao Ma sacudió la cabeza.
—Es un lugar donde dos personas muertas se unen en matrimonio. Así que, después de que Cao Wen muriera, su familia enseguida pensó en jinju.
Gao Ma se puso de pie de un salto.
—Déjame acabar, Primo —dijo Gao Yang—. La familia Cao quería que el fantasma de Jinju fuera la esposa de su hijo muerto, así que pidieron al adjunto Yang que actuara como casamentero.
Gao Ma apretó los dientes y maldijo:
—¡Que les jodan a sus piojosos antepasados! ¡Jinju me pertenece!
—Eso es lo que me pone más furioso —dijo Gao Yang—.Todo el mundo de la aldea sabía que Jinju te pertenecía. Llevaba a tu hijo en su vientre. Pero los hermanos Fang aceptaron la propuesta del adjunto Yang y vendieron los restos de Jinju a la familia Cao por ochocientos yuan, que dividieron entre los dos. Entonces, los Cao enviaron a alguien para que abriera la tumba de Jinju y le entregaran sus restos.
Gao Ma, con el rostro del color del hierro, no emitió un solo sonido.
Gao Yang prosiguió:
—Mi esposa dijo que la ceremonia superó a cualquier boda normal que hubiera visto. Contrataron a músicos procedentes de alguna parte del Condado, que tocaron mientras los invitados disfrutaban de un gran banquete. Entonces, los restos de Jinju y Cao Wen se colocaron en un ataúd de color rojo intenso y los enterraron juntos. Los aldeanos que acudieron a observar los festejos maldijeron a la familia Cao, al adjunto Yang y los hermanos Fang. ¡Todo el mundo decía que aquello era un insulto al Cielo y un crimen contra la razón!
Gao Ma permaneció en absoluto silencio.
Gao Yang miró a Gao Ma.
—Primo —prosiguió rápidamente—, no te hace ningún bien dar vueltas a este asunto. Han cometido este crimen contra el Cielo, y el Anciano que está ahí arriba los castigará debidamente... Todo es culpa mía. Mi esposa me dijo que cerrara el pico, pero esta boca apestosa que tengo no es capaz de guardar un secreto.
Una sonrisa helada asomó por el rostro de Gao Ma.
—Primo —soltó Gao Yang temeroso—. No concibas ideas raras. Eres un veterano del ejército, así que no puedes creer en fantasmas ni en cosas parecidas.
—¿Qué pasó con Cuarta Tía? —preguntó Gao Ma en voz baja.
Gao Yang carraspeó unos segundos y, a continuación, dijo a regañadientes:
—El día en que los Cao fueron a por los restos de Jinju... se ahorcó.
Un grito de angustia salió de la garganta de Gao Ma, seguido por una bocanada de sangre.
Poco después del día de Año Nuevo cayó una fuerte tormenta de nieve.
Los prisioneros la retiraron con palas y la cargaron en unos carros de mano para depositarla en un campo de mijo cercano.
Gao Ma, el primero en presentarse voluntario, sacó un carro cargado de nieve al otro lado de la entrada. No había apostados más guardianes de los habituales, ya que sólo dejaban salir más allá de la puerta a unos cuantos prisioneros. Por eso, únicamente había un oficial de campo vigilando la entrada, con los brazos cruzados, como si estuviera hablando con un guardián de torre.
—Viejo Li —dijo el guardián—, ¿tu esposa ya ha tenido el bebé?
El oficial, con la preocupación reflejada en su rostro, respondió:
—Todavía no. Ya lleva un mes de retraso.
—No te preocupes —le consoló el guardia—. Como dice el refrán, un melón sólo se cae cuando está maduro.
—¿Cómo no me voy a preocupar? ¿Cómo te sentirías si tu vieja dama llevara un mes de retraso? Qué fácil es hablar.
Gao Ma, empapado de sudor, regresó con el carro vacío.
El oficial le miró con simpatía.
—Descansa un poco, Número Ochenta y Ocho. Pediremos a otro que lleve el carro un rato. —Ese Número Ochenta y Ocho es un buen muchacho —comentó el guardia.
—Es veterano del ejército —dijo el oficial—. A veces es un poco fogoso. Lo cierto es que hoy en día ya no me sorprende nada.
—Si quieres saber mi opinión, esos cabrones de oficiales del Condado Paraíso fueron demasiado lejos —dijo el guardia—. El pueblo llano no se merece cargar con toda la culpa de lo que sucedió.
—Por esa razón recomendé que la sentencia de este preso fuera rebajada. Personalmente, creo que fueron demasiado duros con él.
—Pero así es como son las cosas hoy en día.
Gao Ma se acercó a la entrada con otra carga de nieve.
—¿No te he dicho que descansaras? —le preguntó el oficial.
—Después de sacar esta carga —dijo dirigiéndose hacia el campo de mijo.
—He oído que al comisario adjunto Yu le han cambiado de destino —dijo el guardia.
—Ojalá me cambiaran de destino a mí —dijo el oficial melancólicamente—. Este trabajo es una mierda. No tienes vacaciones, ni siquiera el día de Año Nuevo, y el sueldo es una miseria. Si tuviera otro lugar donde ir, no pasaría un segundo más aquí.
—Si esto es tan malo, te puedes marchar siempre que quieras —apuntó el guardia—. Yo he decidido hacerme empresario.
—Con los tiempos que corren, si eres listo puedes llegar a ser oficial. Pero si no eres capaz de soportarlo, debes ganar el dinero de la mejor manera que puedas.
—Por cierto, ¿dónde está Número Ochenta y Ocho? —preguntó el guardia alarmado.
El oficial se giró hacia el campo, donde la luz del sol hacía que la nieve centelleara con extraordinaria belleza.
La sirena de la torre de vigilancia sonó con fuerza.
—Número Ochenta y Ocho —gritó el guardia—, ¡alto o disparo!
Gao Ma corría directo hacia el sol, casi cegado por su resplandor. El aire fresco de la libertad le envolvía como las olas sobre los campos nevados. Corría como un poseso, ajeno a todo lo que le rodeaba, totalmente decidido a tomarse la revancha. Se elevó en el aire como si cabalgara sobre las nubes y atravesara la niebla, hasta que se dio cuenta con sorpresa de que estaba tumbado sobre la helada nieve, boca abajo. Sintió que algo caliente y pegajoso salía a borbotones de su espalda. Con un dulce «Jinju» entre sus labios, enterró el rostro en la húmeda nieve.
Título Original: T'ien-t ang suan t'ai chich ko
Traductor: Ossés Torrón, Carlos

Autor: Mo Yan


 

Una mujer coloca varios títulos del escritor chino Mo Yan, ganador del Premio Nóbel de Literatura 2012, en la Feria del Libro de Frankfurt.

Saturday, September 22, 2012

Traducción y bilingüismo: el caso de César Moro / Por Américo Ferrari

Traducción y bilingüismo: el caso de César Moro
Escrito por Américo Ferrari  

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Se suele definir o reconocer al verdadero bilingüe por poseer una competencia igual en dos lenguas habladas, leídas y escritas con el mismo grado de perfección. Los profesores de traducción (sobre todo en una ciudad tan internacional como es Ginebra) tenemos conciencia de que los bilingües en el sentido que hemos definido no abundan: muchas veces incluso personas que se presentan como bilingües se caracterizan por manejar las dos lenguas de manera igualmente imperfecta. En casos extremos se los podría llamar simplemente alingües. Claro está que este bilingüismo no es literario: no es lo mismo cuando se trata de escritores que se expresan en dos lenguas, y a veces sobre todo en la lengua extranjera. Se podría citar entre ellos a autores como Joseph Conrad, Tristan Tzara, Vladimir Nabokov, Witold Gombrovicz, Samuel Beckett, Julien Green y tantos otros que en algún caso han traducido sus propias obras a la otra lengua, por ejemplo Julien Green en Le langage et son double. Lo mismo han hecho algunos escritores catalanes, como Lorenzo Villalonga, o italianos como Alessandro Manzoni, quien redactó la primera versión de I promessi sposi en milanés y después la rehizo en italiano. Pero hay que notar que en estos últimos casos se trata de personas que desde su niñez han hablado las dos lenguas, lo que es también el caso de Green, estadounidense nacido y educado en París. En cuanto al francés de los escritores y poetas hispanohablantes más o menos contemporáneos de Moro, como el chileno Vicente Huidobro y el español Juan Larrea, fue esporádico y marginal, aunque Larrea escribió toda su parca obra poética en esta lengua, con algunos tropiezos en la sintaxis y el léxico, como los hay también en Moro. Tras este paréntesis volvieron a su lengua nativa.
El bilingüismo de César Moro es del todo diferente y en esta diferencia vendría a situarse en parte lo que pueda haber de problemático para el traductor en la obra de este autor. En efecto, el peruano Alfredo Quíspez Asín en su partida de nacimiento, después César Moro para la poesía y la vida, uno de los más notables poetas surrealistas de América y excelente pintor, nació en Lima en 1903 hablando el castellano como única lengua. Aprendió más bien tardíamente el francés en el colegio de la Inmaculada, colegio jesuita de Lima, y empezó a escribir poesía en español, en Lima y en Francia donde vivió desde 1925 hasta 1933. Se integró en 1928 al grupo surrealista de París donde colaboró en Le surréalisme au service de la révolution. Por aquella época hubo de adoptar el francés como lengua poética (Coyné 1987: 78-79). Aunque no se conocen poemas suyos en francés antes de 1930 (un solo texto poético en prosa data de este año: en realidad no tenemos poesía suya en su nueva lengua antes de 1932-33), en francés escribió la mayor parte de su obra1 después de haber dejado a París para siempre. En 1933 Moro vuelve al Perú donde despliega una viva actividad surrealista. En 1938 se radica en México donde alterna con Wolfgang Paalen, Remedios Varo, Leonora Carrington, Benjamin Péret y otros surrealistas y donde rompe también finalmente con el surrealismo del grupo de París "con lugar y fecha"2. En México Moro escribe en castellano los poemas de La tortuga ecuestre (1938-1939), bellísima poesía erótica inspirada por un amante mexicano llamado Antonio y una tortuga peruana llamada Cretina. En 1948 deja México y vuelve a la ciudad de su nacimiento donde muere en enero de 1956 a los 52 años y cinco meses de edad. De 1924 a 1949 se conocen de él, en castellano, unos 60 poemas, entre ellos las 18 composiciones de La tortuga ecuestre; y aproximadamente otros tantos textos en prosa española sobre diversos temas, algunos de ellos con una fuerte carga poética. Uno de sus últimos poemas en español está fechado en "Lima la horrible, 25 de julio o agosto de 1949". El resto de su obra, como acabamos de decir la escribió toda en francés, hasta su muerte y hasta el extremo de escribir a sus amigos de lengua española, o dedicarles sus libros, en francés.

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 Américo Ferrari nació en Lima, Perú, en 1929. Poeta, traductor y ensayista. Entre sus libros de poesía publicados se encuentran: El silencio de las palabras (Málaga, Cuadernos del sur, Publicaciones de la Librería Anticuaria el Guadalhorce (1972); Espejo de la ausencia y la presencia, Cuadernos de María Isabel (1972); Las metamorfosis de la evidencia (Lima, Ediciones de la Clepsidra, 1974); Tierra desterrada (Lima, Arríbalo, 1980); La fiesta de los locos (Barcelona, Auqui, 1982); Para esto hay que desnudar a la doncella (Obra Poética 1949-1997. Barcelona, Los libros de la Frontera. El Bardo Colección de Poesía, 1998); y Casa de Nadies (Lima, Gonzalo Pastor Editor, 2000). Ha traducido del alemán a poetas esenciales como Novalis (Himnos a la noche - Cánticos espirituales) y George Trakl (Sebastián en sueños). Algunos libros de ensayo: César Vallejo (en colaboración con Georgette Vallejo. Paris, Segher éditeur. Collection Poétes d'Aujourd´hui, 1967); Los sonidos del silencio. Poetas peruanos del siglo XX (Lima, Mosca Azul, 1990) y El bosque y sus caminos. Estudios sobre poesía y poética hispanoamericanas (Valencia, España, Pre-textos, 1993).
Ahora bien, uno de los factores que, nos parece, pueden ocasionarle dificultades al traductor de Moro es precisamente esta elección de la lengua extranjera de manera deliberada y permanente por un poeta que de los casi 53 años de su vida no vivió sino 8 en un país de lengua francesa y cerca de 45 en países de su lengua nativa, incluido el suyo. Es así como André Coyné, su amigo íntimo francés, albacea y fiel conservador y editor de su obra, atestigua la distancia que se había creado en el poeta peruano entre el francés de los francohablantes y su francés "personal": "...a medida que el tiempo lo iba alejando de París, seguía escribiendo más y más en francés, en un francés cada vez más personal que, cuando en 1948 regresó a Lima -ciudad donde habría de morir en 1956- "literalmente casi nadie comprendía en torno suyo" (Coyné 1980: 20), mientras precisa que el poeta ya en 1928, cuando se dispuso a entrar en el grupo surrealista, "inmediatamente dejó de escribir en español y adoptó el francés como lingua prima de su poesía" (Coyné 1987: 78); y que ya en 1933 "el francés se había convertido en la lengua natural de Moro"; lo que no quita que el mismo Coyné subraye extrañas faltas de sintaxis y de léxico en dos poemas de 1934 escritos en esa su lengua natural: "Ne plus ouvrant" por "N'ouvrant plus" y dos hispanismos léxicos incomprensibles para cualquier persona de lengua francesa que no conozca bien el español: "inaverti" por "inaperçu" y "abonnent" por "répandent du fumier": L'aspect inaverti familier tenace / Des habitudes à bestialité fixe / Abonnent les terres désertes / Surveillées éternellement par la foudre (Ces poèmes..., pp.31, 37).
Hay que decir sin embargo que estos hispanismos crudos son infrecuentes en la obra en francés de Moro y quizá no haya otros fuera de los detectados por Coyné; en cambio cunden más los galicismos léxicos y sintácticos en los poemas en español, ya desde 1927-28: "voltigea" por "revolotea", "alborar" por quién sabe qué: "esperemos / no arbora en la farmacia" (en "Oráculo" y "Following you around", dos poemas escritos en Cannes y en París y publicados en la revista Amauta, 14, abril de 1928), "pasantes"3 por "transeúntes", "foresta interdicta" por "selva perdida" (Ibid.), y "resbalando perlas", probablemente en el sentido de glisser des perles (hacerlas deslizarse), etc. (La tortuga ecuestre). Más impresionantes son sin duda los galicismos sintácticos: "Por tanto nada ganaría a venderse ni a trabajar" = Partant il ne gagnerait rien à se vendre et á travailler ("Following you around"): "claros deslizamientos de tonalidades y de formas que extrañan el verbo español", dice al respecto el poeta peruano Armando Rojas (Rojas 1987: 77), ¿que exilian la palabra española, la condenan a un extrañamiento en buena cuenta saludable para el verbo hispánico? Quién sabe. A lo mejor en efecto estos calcos del léxico y la sintaxis franceses son intencionados, y al respecto se puede cotejar una carta a su amigo Emilio Adolfo Westphalen con dos párrafos de ortografía deliberadamente deformada, una falta de ortografía suelta ("conecciones") y algunas expresiones calcadas del francés (Westphalen 1983: 1 de octubre de 1946 [páginas no numeradas]). En todo caso a este nivel no influyen en el proceso de traducción: no perturban ni traban nada en un traductor que conozca bien las dos lenguas. El traductor de lengua española traducirá tranquilamente inaverti por "inadvertido", abonner por "abonar", el de lengua francesa pondrá voltige en el lugar de "voltigea" y arbore por "arbora"; glissant des perles (u otra fórmula francesa) por "resbalando perlas": estos escarceos con las dos lenguas, en lo que a la traducción respecta, son inocuos en la medida en que el código lingüístico (sintáctico-semántico) amagado en francés o en español por el autor es fácilmente restituible por el traductor; se entiende, claro, el traductor del francés al español o viceversa; pero naturalmente el traductor alemán, italiano o ruso se encontrará de pronto sin entender nada y, frente a estas violaciones del código de la lengua extranjera que conoce, pensará seguramente en juegos gratuitos con el sentido de los vocablos o desconcertantes acrobacias con la sintaxis.
A otros niveles, sin embargo, el asunto puede resultar más espinoso. Digamos, a un nivel sintáctico-semántico más profundo y a nivel fónico en una poesía que a menudo encara de una manera lúdica la expresión poética. Acudamos una vez más al testimonio de André Coyné: "Desde fines de 1948 (...) él solía enseñarme, a medida que los escribía, sus nuevos versos, sea que me los remitiera directamente cuando nos encontrábamos, sea que se las arreglara para deslizarlos bajo mi puerta en momentos en que yo no estaba. No solicitaba mi opinión, sino que esperaba que le señalara sus posibles fallos lingüísticos, pues, si bien dominaba el francés y hacía tiempo que, en su poesía, jugaba con el idioma de Baudelaire, de Mallarmé y de Lautréamont, los tres astros de su devoción, quería estar seguro de que, al practicar el equívoco, la distorsión o la ruptura, no infringía el código de la lengua, confundiendo acentos, sonidos sordos y sonoros, letras simples y dobles, aquellos elementos, entre fónicos y gráficos, que precisamente le proporcionaban la sustancia de sus juegos" (Coyné 1987: 73). De ahí dos corolarios: el primero, que el poeta no tenía el menor escrúpulo en infringir el código de su propia lengua ("extrañar el verbo español", como dice Rojas): en una traducción al castellano que él mismo hizo de un texto suyo francés sobre el Perú, "Biografía peruana" (Moro 1976: 9-14), se cuentan más de media docena de solecismos y distorsiones del léxico, voluntarios o involuntarios, quién puede saberlo. Sobre las relaciones de Moro con el español y el francés y el mal trato que da a veces a su lengua materna vale la pena leer los certeros comentarios de Martha Canfield (Canfield 1996: 78-82); en cambio sí se cuidaba mucho de infringir el código de la lengua extranjera: precisamente porque no era la suya natural y necesitaba, para estar seguro, consultar a una persona de la lengua. Si con el castellano no tiene los mismos miramientos es probablemente porque esa lengua sí era la suya.

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De las incertidumbres y deslizamientos fónicos a los que se refiere André Coyné doy dos ejemplos: Vous êtes dans le 3 / Un 20 grandissant sans cesse ("Oráculo", Obra Poética, p.216). César Moro implícitamente pide al lector de lengua francesa que lea: Vous êtes dans l'étroit / Un vent grandissant sans cesse; pero el lector francés va a leer: Vous êtes dans lθ tRwa / Ü vë gRädisä sä sƐs, y no, como parece imaginar el poeta, vous êtes dans letrRwa / Ü vä gRädisä sä sƐz4. Del mismo modo, en el poema "Lettres" (Amour à mort et autres poèmes, p.61): ton agamemnon de passe ta clytemnestre de case, la homofonía buscada queda bloqueada por la diferencia fonética en francés entre pαs y cαz. Más aún: lo que va a leer el lector del texto traducido al español será: Estáis en lo estrecho / Un viento creciendo sin cesar y, en una traducción igualmente "semántica" agamenón de pase5 clitemnestra de choza o de escaque o de casilla, pero ¿de cuál de los tres en definitiva?: da lo mismo, la intención lúdico-sonora del poema, ya fragilizada en francés, queda totalmente anulada en ésta y en cualquier otra traducción, que no dejará sino un residuo o desecho donde desaparece hasta la intención misma que gobernaba las palabras del poema.
Veamos ahora para la traducción francés-español, en el plano fundamental de la semántica, ciertos problemas con los que se va a encontrar el traductor de Moro. Mejor dicho, con los que se ha encontrado pues me serviré para exponerlos de mi propia experiencia de traductor. A finales de los años 70 y a pedido de Ricardo Silva Santisteban que preparaba la edición de la obra poética de Moro en edición bilingüe (Lima, 1980), abordé la traducción del último libro de poemas compilado y titulado por el autor, Amour à mort (1949-1950). Es la última etapa de la obra del poeta que, recordémoslo, se apartó del grupo surrealista de Breton y escribió desde entonces una poesía cada vez más libre y personal. Tenemos sobre estos años limeños del poeta nuevamente el testimonio de su compañero André Coyné: "Significativement en ces années consécutives a son second retour à Lima, Moro délaisse encore davantage l'espagnol, pour mieux élaborer une ultime phase de sa poésie française, à mon sens la plus originale, car la plus gratuite, la moins sujette à quelque espèce de contexte. Ne lui suffit-il pas de savoir qu'il a le fil -‘le fil d'Ariane'- et, ceci acquis, de jouer?" Le basta con jugar...: "Persuadé, en effet, qu'il est trop tard -qu'il y aura donc de moins en moins d'hommes à naître désormais - au Pérou comme n'importe où (...) pourquoi se soucierait-il d'être lisible? (...). Les "mots en liberté du Surréalisme libéraient dábord des images; ce qu'ils libèrent á présent c'est essentiellement eux-mêmes". (Coyné 1990: 20).
Retengamos tres cosas en los datos y las reflexiones de Coyné: 1) que esta poesía ya casi no se sujeta a ningún tipo de contexto; 2) que el poeta ya no tiene por qué ocuparse de la legibilidad de sus poemas: le basta jugar con las palabras; y 3) toda vez que las palabras del poema no tienen ya por función liberar imágenes su única razón de ser es su propia liberación: los signos deciden andar sueltos por el texto. El contexto en una obra escrita; la legibilidad, para el lector, de lo escrito; la codificación semántica de las imágenes que liberaban las palabras: en esos tres pilares se asentaba el sentido de la obra para su lector. Ahora ya no: el lector se transforma él mismo en un jugador que, en vez de leer y comprender significaciones, se limita a colaborar a como quepa con la zarabanda lúdica de los vocablos en la página ya no forzosamente legible. Pero al lector traductor ¿qué le cabe? Se entiende que la legibilidad es la base misma de la traducibilidad y si el texto no es inteligible porque su legibilidad es mínima, más que traducir lo que tendrá que hacer es transliterar las palabras "liberadas" del original en palabras españolas que más o menos conserven el mismo significado aunque no se perciba el sentido del conjunto ni muchas veces el de las partes. Un ejemplo:

ELEVE AGE DE L'AIR


Plus qu'une chaise moins qu'un siège
Plus qu'un home alité moins qu'un homme brisé
Le cœur aimé dessert l'arbre à licorne
Dans la journée rurale le fruit
Pour que l'eau versatile
Traverse la nuit
Si l'on dort attablé vénérable
Un œil grime un œil ouvert
Bon à tout faire
L'aube rayant le ciel
L'entourage gavait d'incomparables oiseaux
De rire en rédigeant les lois
De notre dynastie
Ô poules d'eau: perles
L'automne débridé recourt à l'àmorphe anthropomorfisme
Du cachot
Va tu calfeutres tu calcines!
Il naît
Des câlineries de septiembre

Las dificultades e incertidumbres que me presentaba este poema eran de dos tipos. La primera, de naturaleza gráfica, venía del título que en la edición limeña de la obra poética estaba en mayúsculas sin acentos, como lo he reproducido más arriba. Sin tener el manuscrito ni una fotocopia de él, había dos lecturas posibles: Élève âge de l'air: Alumno edad del aire, o bien Élève âgé de l'air: alumno de edad, mayor, etc. del aire. Sabiendo la afición de Moro, cada vez más fuerte en aquella época, a los juegos de palabras me sentí tentado por la fusión de los dos primeros vocablos en una unidad fónico-semántica: élève_âge = élevage de l'air; y opté así por adaptar libremente mi imaginario juego de palabras a alguna forma de expresión que sonara moresca en castellano; así que se me ocurrió: Criado en sol_edad del aire (soledad del aire). Y me equivoqué: años después pude leer el título del poema en mayúsculas acentuadas en una edición parisiense de Amour à mort et autres poèmes al cuidado de André Coyné, quien poseía el manuscrito del libro; o sea: ÉLÈVE ÂGE DE L'AIR. Y así, efectivamente, habían traducido Enrique Molina y André Coyné en la edición que hizo Julio Ortega de La tortuga ecuestre y otros textos: "Viejo discípulo del aire". Por lo demás y aparte del título y de los acentos de las palabras, en este poema como en muchos otros de Moro en este libro y esa época, es vano buscar un sentido referencial más o menos claro a menos que se tengan claves precisas para la interpretación. Así en la expresión que no se sabe muy bien a quién referir en el texto sin contexto: Bon à tout faire, visiblemente calcado del sustantivo une bonne à tout faire: muchacha para todo servicio. Había pensado a falta de un contexto claro y con bien poca convicción en "factótum": André me disuadió, explicándome que el ambiente subyacente en muchos de estos poemas es el de la playa popular de Agua Dulce en Lima, que los dos amigos frecuentaban y donde alternaban con muchachos, productos "de los mil mestizajes del Perú" (Coyné dixit) que a Moro le gustaban: son los "Dioscuros" que aparecen con tanta frecuencia en la segunda parte del libro. La expresión tiene pues un sentido netamente erótico: muchacho bueno para todo servicio: bueno para todo.

Más oscuro es el dessert de Le cœur aimé dessert l'arbre à licorne que puede connotar cualquier cosa pero no denota nada que resulte representable para el lector-traductor: desservir fuera de contexto puede significar quitar la mesa, causar un perjuicio a algo o a alguien, parar un tren o un autobús en un lugar, una estación o un pueblo, comunicar un lugar con otro. No se ve en absoluto qué viene a hacer entre el corazón y el árbol de unicornio; por poner algo yo puse que el corazón "para en el árbol"; Molina/Coyné: "sirve el árbol". Lo mismo da, sólo que entre los varios sentidos de desservir no hay precisamente el de servir. Otro título problemático: Coiffer le plat. Opté por la máxima literalidad: "Peinar lo plano". Molina/Coyné tuvieron lo que se podría llamar una peregrina idea: "El plato de sombrero". Todo puede valer pero, en última instancia, plat no es plato sino fuente. Y hay muchos otros obstáculos como la preposición à, buena para todo servicio: Maître à tous: amo de todos, pero en el sentido de amo que pertenece a todos: la ambigüedad es fuerte en español; y después: Naître à mourir..., Rire à feuilleters les êtres..., Nègre menteur à voir un pou boire, fuite...à crier gare, Dorure sacrée aux crépues sources, Bon à refaire (como Bon à tout faire), équarrisseurs / à la nuit chevaline, Voltigeurs bicéphales / Au jeu doux, au tigre, etc. El uso indiscriminado y la relativa frecuencia de este cliché francés de construcción puede resultar una rémora estilística para la traducción al castellano en textos donde, dada la vaguedad semántica del contexto, el traductor difícilmente puede apartarse de la huella lingüística trazada por el autor.
Finalmente topamos con un curioso hispanismo en el poema "Vie de l'air": "Fortuné / Venu a plus dans la fortune": venu à plus (venido a más) es el reverso puesto en francés de la expresión idiomática española "venido a menos" (una familia venida a menos: une famille déchue). Seguramente sólo los lectores que practiquen el español captarán el origen de la expresión y el juego de palabras en este poema en francés, como en los poemas ya citados de los años 30. Lo que no es una de las menores paradojas de la poesía de Moro.

Como muestra bastaría un botón. Para dar sin embargo una idea más cabal de esta poesía donde el sentido está apenas en las travesuras de las palabras desatadas de toda intención que no sea meramente lúdica, he aquí otro botón, el último. Para este intento no de traducción sino de adaptación o calco mental de la intención lúdica que gobierna el texto, solicité la colaboración de mi amigo Norberto Gimelfarb, gran baquiano en ludicidad verbal. Los renglones de la "traducción" son unos suyos y otros míos, ya me he olvidado de quién es cuál:

La royauté stérile avale la liberté hilare.
L'ovale élevé était semé dans la lave.
La velleité n'est pas bel été passé. Belle hâtée la veillée à thé. Velleité n'est pas belle et thé. La belle était belle à terre halée. Belle à terre. La belle l'été. Lavé l'été. Etait lavée la belle? L'été la baie. La belle baie l'été. La baie belle lavait bêlait. L'été lavée.
La lave la baie l'avait lavée. L'été l'eau l'avale ovale. La belle avait l'été lavé. La baie lavait l'été. L'été l'avait belle. Belle avait l'été. Elle avait l'abbé. L'abbé l'avait. La baie lavait l'été. La baie était belle l'été. Belle l'été lavait. Belle l'avait l'été.
La roué ôtée sterile la vallée reine hilare.
Là ! Roi ôté stérile avale la lie verte hilare.
Là ! Roi.
L'abbé lavait ? Belle l'avait lavé. Belle l'avait l'abbé. La belle et l'abbé. La belle et la Baie. La belle et l'abbé était. La belle et l'abbé en étaient. L'abbé elle et l'abbé bête. Morale-été: la belle et l'abbé bête.
La realeza estéril se traga la libertad hilarante.
El óvalo elevado estaba sentado en la lava.
La veleidad no es bella edad pasada. Bella adicta a la veladita de té. Veleidad no es bella edad. La beldad de verdad era verdadera hada. La beldad era. La verdadera. La verdad era. ¿Beldad de verdad? La verdadera verdad de la verde edad. La verde edad era beldad de verdad. La veleidad ve la edad. Ver verde la edad.
La lava, la bala la había lavado. La bella lava a la abadesa, La bala abate al vate. El abad lava la lava: la bala lo avala. La bahía lavaba el estío. La bahía veía bello el estío: el estío la desteñía a ella, bella bahía.
La rueda ruega estéril. Va a la rueca reina reidora.
Red rogado estéril hace la hez verde y reidora.
¡Rueda, rey !
¿Lavaba el abad? La bella al abad lavaba. La bella lo había lavado. La bella y la bestia. La ves tiesa bella a la bestia del abad. El abad la besa a ella y ella abate a la bestia del abad. Moraleja: la bella y la bestialidad.

Como vemos el llamado sentido aquí falta totalmente o sobra. El texto es una retahíla de falsos sentidos que juegan al juego del sonido sin sentido. El traductor de buena voluntad tiene que deponer su misión de mensajero del sentido para hacerse imitador de los sinsentidos del sonido. Pero debemos recordar aquí lo que decíamos sobre la inseguridad del poeta para las homofonías del francés que en este texto de la bella, la bahía y el abad son por lo general espúreas (l'abbé / la baie / l'avait; velleité / belle et thé, bel été; été / était; belle hâté / veillée à thé, etc.): mientras que la identidad fonética entre b y v y el vocalismo más uniforme en castellano facilita considerablemente el juego de las homofonías.

César Moro, seudónimo de Alfredo Quíspez Asín. Tras una formación autodidacta firma su primer trabajo, un dibujo modernista, en 1921 como "César Moro", nombre escogido por él y con el cual a partir de ese momento se movería por el mundo. Nació en Lima el 19 de agosto de 1903. Fue un poeta y pintor surrealista. Gran parte de su poesía está escrita en francés, durante su largo período de estancia en París, donde se relacionaría con la plana mayor del surrealismo francés, como André Breton y Paul Éluard. Para Moro la poesía es una experiencia vital: no es poeta el que escribe poesía sino el que vive como poeta; la obra poética de Moro es un gesto poético más dentro de su propia vida. Fue un hombre apasionado, tanto en la amistad como en el amor, disconforme con los convencionalismos, su vida no estuvo libre de escándalos, siempre siguiendo su propia ética, la búsqueda de una verdad lejos de la que le presentaba el mundo que le rodeaba. Fallece el 10 de enero de 1956 víctima de leucemia. Su amigo André Coyné continuó con la labor de recopilación, edición y difusión de la obra de Moro. Editó con Emilio A. Westphalen la revista literaria El uso de la palabra. Entre sus libros destacan Le château de grisou (1943), Lettre d'amour (1944), Trafalgar Square (1954), Amour á mort (1957), La tortuga ecuestre e Los anteojos de azufre em 1958.

Para terminar me referiré brevemente a mi segunda experiencia en la traducción de Moro en dirección contraria: la versión, en colaboración con André Coyné, de La tortuga ecuestre del castellano al francés, en la que mi amigo llevaba naturalmente la batuta. El propio Coyné ha presentado en la revista Parallèles, de la escuela de Traducción e Interpretación de la Universidad de Ginebra, un historial de esa traducción y, esquemáticamente, de esos poemas (Coyné 1996: 94-97). Nos costó trabajo aquel trabajo: el español de Moro en ese libro presenta otros problemas que sus textos en francés. El ritmo y el caudal verbal son por lo general más amplios y sostenidos que en sus poemas franceses más bien breves de Le château de grisou, Pierre des soleils y Trafalgar Square, la construcción y la sintaxis quizá más compleja y trabada; no abundan tampoco los galicismos en esta poesía de amor que, se puede suponer, le vino espontáneamente al poeta en su lengua materna que era también la lengua de su amado. Ricardo Silva Santisteban considera que "la fuerza de La tortuga ecuestre es a todas luces superior a su obra en francés, si bien Moro alcanzó brillantez y excelencia en buen número de poemas escritos en esta lengua". La obra en francés le parece "menos atrevida que la obra en español" y cita, como ejemplo, "Viaje hacia la noche", "el más intenso de sus últimos poemas" (Silva Santisteban 1980: 43-44). Es en gran parte verdad: acaso la fuerte tensión, el apego íntimo inseparable de la resistencia a la lengua materna deben haber influido en esa "fuerza" de su poesía en castellano. Se siente en efecto muchas veces en su obra en español una voz, una inspiración más personal y más libre que en muchos poemas franceses a veces tributarios de una escritura de escuela. Notemos sin embargo que Moro, años después, dedicó al amado de La tortuga otro poema, también bellísimo, pero esta vez en francés: Lettre d'amour, magistralmente traducido al español por Emilio Adolfo Westphalen.
Para volver a las consideraciones técnicas, -y para terminar por fin con ellas- lo que más me sorprendió quizás, al abocarme a la traducción de los poemas de La tortuga ecuestre, fue, desde el punto de vista de la sintaxis, la cantidad de "falsos gerundios", o sea gerundios a menudo empleados en la función del participio del presente francés, lo que en español requeriría el empleo de construcciones verbales con pronombres relativos, salvo cuando el movimiento y la acción está inmovilizados, por ejemplo en un cuadro o en una foto: La libertad conduciendo al pueblo, Julio César cruzando el Rubicón, etc. Pero resulta que más de una vez, en esta obra en parte narrativa, en parte acendradamente lírica, estos gerundios pueden tener la función de inmovilizar el movimiento de la acción narrada en la eternidad del instante. El hecho es que, releyendo ahora la traducción, aunque todas o casi todas estas formas verbales hubieran podido ser vertidas al francés de manera totalmente correcta mediante el clásico participio de presente, compruebo que elegimos (pienso por iniciativa de André) traducir muchos de esos gerundios por relativas con verbo conjugado. Una opción que subraya el movimiento del texto que resultaría atenuado por los participios.
Traducir a Moro es una aventura apasionante pero a menudo decepcionante y a veces imposible. Más de una traducción debería rehacerse, y quizá sólo para para volverse a rehacer. La edición crítica de la obra del poeta en la colección Archivos que actualmente prepara André Coyné será unilingüe para cada lengua: francés y español. Creo que la decisión del poeta y crítico francés, franco-peruano mejor dicho, es acertada.

Notas a pie de página
  1. Le château de Grisou, Editions Tigrondine, México, 1943. Lettre d'amour, Editions Dyn, México, 1944. Trafalgar Square, Editions Tigrondine, Lima, 1955. Amour à mort, Le Cheval Marin [Prólogo de André Coyné], París, 1957. Derniers poèmes/Últimos poemas [Edición bilingüe]. Traducción de Ricardo Silva Santisteban. Lima, Ediciones Capulí, Colección La Torre de Babel, 1976. Obra poética [Edición bilingüe]. Prefacio de André Coyné. Edición, prólogo y notas de Ricardo Silva Santisteban. Traducciones de Ricardo Silva Santisteban, Emilio Adolfo Westphalen, Américo Ferrari, Eleonoro Falco. Lima, 1980. Coleur de bas Rêves tête de nègre, Lisboa, Altaforte, 1983, Ces poèmes / Estos poemas. [Edición bilingüe], traducción de Armando Rojas. Postfacios de Julio Ortega, André Coyné y Armando Rojas. Ediciones La Misma, Libros Maina, 1987. Amour à mort et autres poèmes. Choix et présentation par André Coyné. París, Orphée/La différence, 1990. Raphaël [Poemas-Collage. Edición bilingüe]. Traducción de Armando Rojas y Ricardo Silva Santisteban. Lima, Separata de la revista Lienzo 11, Publicación de la Universidad de Lima, 1991. En cuanto a la obra poética en castellano, André Coyné cuidó la edición del poemario La tortuga ecuestre, seguido de Poemas (1924-1926) Lima, ediciones Tigrondine, 1957. Coyné también compiló la prosa en español de Moro en un volumen de 140 páginas con el título Los anteojos de azufre, Lima, Editorial San Marcos, 1958.
  2. Julien Gracq, "Plenièrement" en André Breton (1896-1966) et le mouvement surréaliste. La Nouvelle Revue Française, 15 année nº 17, p.592.
  3. "pasantes": esta palabra existe en español, es decir que algunos diccionarios la incluyen como participio de presente de pasar en el sentido de "transeúntes", pero se ha vuelto desusada por falta de uso.
  4. Para la pronunciación reproducimos los signos fonéticos del Robert Electronique.
  5. passe es también una palabra polisémica y tiene por lo menos tres equivalencias en castellano: pase, paso, pasaje. Passe es pase por ejemplo en los deportes, en las corridas de toros, también en el magnetismo o la prestigitación. Paso se dice en los juegos de cartas, o bien indica un pasaje o canal en lenguaje de la marina. Maisson de passe = casa de citas; mauvaise passe = mal paso, etc.
Traducción y bilingüismo: el caso de César Moro de Américo Ferrari enviado a Aurora Boreal® por Américo Ferrari y Martine Ferrari. Publicado en Aurora Boreal® con autorización de Américo Ferrari y Martine Ferrari. Foto Américo Ferrari © Mario Camelo. Retrato de César Moro: Acrílico sobre tela, 50 x 35 cm  tomado de http://salvemosbarranco.blogspot.com.es/2012/03/blog-post_6549.html
 
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