Saturday, March 06, 2021

LA MUERTE VINO POR GOTARDO Armando Arteaga

 

LA MUERTE VINO POR GOTARDO

Armando Arteaga

 

Chagall

Sabíamos que tenía que venir, no era casualidad.  Así estaba escrito en boca del viejo Gotardo Delgado, ciudadano principal, el  más antiguo poblador del pueblo de Cachicadan. 


Me va buscar.  Tocará mi puerta como un puma negro, no se detendrá para esperar si estoy o no estoy. 
-¿Viejo, estás allí?- dirá.  No se ira así nomás. A la muerte no se le puede engañar. Ni yo que soy Gotardo, gato negro invisible por estas calles ante la muerte.  La muerte es una poderosa sombra oscura que cruzara con neblina espesa toda la calle grande del pueblo, puede ser una peste como un potro negro salvaje cabalgando sobre el ichu, un huracanado viento que levanta los techos de las casas.

Puede volver en el rio borracho de Los Moches, primero, como un discreto sonido haciendo rodar las piedras, los cantos rodados, luego,  será un barroso huayco que le temo y se llevará los alfalfares, las chacras de melocotones, la iglesia.

No sé. Pero no le temo a la muerte, terminó diciendo, mientras  se servía otro sorbo de café, el viejo Delgado, que sabía espantar las malas noticias.

Yo conocí al viejo Delgado, desde que era chiquitín. Lo veía desde este poyo, tocar el arpa, era ciego, pero tenía siempre el pensamiento parado, soñaba despierto. El viejo, era benigno para decir las verdades. Aunque, también, decía sus mentiras.

Esa, por ejemplo, de que el mundo se iba acabar en 1984, que había un señor, un gringo llamado Orwell, que a él le había encantado esa noticia apocalíptica de que el  mundo se iba acabar, y ya estamos en 1998. De no haber sido así, el fin del mundo llegaría de todas maneras el 12-12-del 2012. Tanta cojudez, del viejo, mucha peliculina, Don Gotardo, para espantar a la muerte.

Sucedió lo que tenía que suceder.  Un día, vino la muerte, y tuvo sus ojos. Tuvo su cuerpo, sus ideas, su alma llena de celestiales tiempos.

Tanta vaina. Vino la muerte, y se   llevó al viejo Delgado. Lo arrastro por los recovecos más increíbles del pueblo, se le vio flotando por los vapores de las aguas termales.

-Toca el arpa, viejo -le dijo-. Y el viejo Gotardo  tocó el arpa.  No se amilano.

Ahora sí -le dijo- La Muerte, nos vamos.

Y se fueron, sin despedirse, sin un adiós.

Será por eso que a veces suele el viejo aparecer por el recodo de la quebrada tocando su arpa y bebiendo su tragucha de caña.

-Vete, pues, viejo.  Ya estás muerto. No tienes nada que hacer en esta tierra, tu natal vivido, tu mortal historia, ya pasó, tu tiempo de hombre libre por estos parajes, por estos paisajes.

-No has de volver, nunca más, viejo.  Nunca Jamás.

Y es así que al viejo Gotardo algunas noches de mayo, cuando hay luna,  lo ven flotando como una pluma sobre el vaho caliente de los baños termales de Cachicadan. Enérgico viejo, pluma ligera al viento. Parece una pintura de Chagall, otro gringo loco.



Chagall