Thursday, November 29, 2007

DE UN GATO (A LA MANERA DE RICHARD EBERHART) / ARMANDO ARTEAGA

DE UN GATO (A LA MANERA DE RICHARD EBERHART)
Por Armando Arteaga




Un día como es hoy de febrero, cerca del by-pass
Tropecé con un gato que yacía muerto en el sardinel de la vía
Muerto estaba porque al moverlo con mi pie
no era más que un gato atropellado por algún automóvil.
Pensé en las siete vidas del gato, en
Soren Kierkergaard:
(un angora nigeriano que teníamos en casa y que se la pasaba
horas de horas haciendo rodar una pelota de ping-pong sobre las escaleras).
Allí tristemente en el cemento, la sangre felina.
Era raro, pues, tuve pena.
Yo que siempre había detestado a los gatos.
Me fue difícil entender a la feroz naturaleza.
Una semana después cuando volví a ver el cuerpo del animal
Examinando muy de cerca los gusanos
Y el calor hirviente de su cuerpo
En cierta manera con asco y de otra con extraño amor.
Hurgué en la masa con mi Parker. Sentí la nausea.
Y la verdad es que seguí hurgando como si tratara de hallar algo:
la inocencia tal vez preguntándose lo qué es la vida, la muerte.
Y ante mis ojos solo el gato.
Pues mi Parker no había hecho ni bien ni mal.
Entonces algo confundido, me fui a leer un texto de Marcel Granet
Tratando de olvidarme del asunto, de no pensar más en la podredumbre
Hasta que creí haberlo olvidado.
Pero no, tres meses después
Regrese al lugar, para ver
cómo el gato había desaparecido con el tiempo:
solo una mancha de petróleo y unos huesos dispersos.
Todo había perdido significado.
Adiós gato, no más asco, no más extraño amor.
­Era en mayo, el otoño, la vida otra vez frente a la muerte
como aquel árbol en el jardín al borde de la autopista:
Radiante, listo para ser estrellado por algún loco automovilista.
Y allí sólo la mancha amorfa y los huesos del gato que se parecen
a las esculturas de Jean Arp o tal vez a los diseños de Jorn Utzon.
Ahora que ya han pasado dos años, y ya no quedan ni rastro del gato
Hoy, que nuevamente es febrero, algo me detuvo al pasar por aquel mismo lugar.
Era Arnold Shoenberg y su Verklarte Nacht.
Me acordé de
Ezra Loomis Pound en el sanatorio de Saint Elizabeth.
De Robert Desnos en Auschwitz.De Alain Resnais y de su filme
Nuit et Brouillard.


(Del libro: Avistar)

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