Monday, March 10, 2008

ULTIMO ADIOS PARA EL POETA RODOLFO PACHECO

ULTIMO ADIOS PARA EL POETA RODOLFO PACHECO*


Ícaro ensaya su primer vuelo*
Rodolfo Pacheco


La primera tristeza que invadió su corazón de niño:
Saber que no era un ave
Que no podía volar
Y saber que eso era tan físico como su odio a sí mismo
Que más bien iba a ser un hombre de bien y olvidarse de tantas cosas
Desagradable aroma de su inocencia
Cada tarde ensaya su vuelo y cae siempre de cabeza
Llora, gime, mira con envidia a las aves
Alguna vez probó marihuana
Pero aquel viaje terminó en una golpiza
Pero no se rinde
Crea artilugios de poeta, sueña con plumas y que es un ave fénix
Hermoso, ÍCARO, pero tonto, tercamente, cae mil y mil veces
Y así crece, con dolor, pero no le salen alas
Le salen brazos con los que trabaja de noche
Y piernas con las que huye de día
Huye de aquella maldición de estar pegado a la tierra
De aquella estúpida gravedad
Que no lo deja volar
Quiere dejar atrás todo dolor
Emigrar a una tierra donde nadie lo dañe
Donde pueda hacer piruetas en el aire, feliz, ÍCARO.


* De Alucinada Cordelia (Hipocampo Editores 2006). Revista Poentos 2 (Hipocampo Editores, 2007)
REQUIEM PARA UN JOVEN POETA


Rodolfo Pacheco, hace muchos años rastrea, cual Diógenes peruano, la anhelada piedra filosofal poética. En su Alucinada Cordelia encontramos esa angustiosa búsqueda, ese grito mitológico de dioses perdidos y paraísos en venta. El poeta navega en su lírica odiseica cayendo en antipoemas que emergen furiosos ante la duda de que su diosa salvaje la esté oyendo.

Renato Salas Peña

*Enviado por Teófilo Gutiérrez.
Correo electrónico del 10 de marzo de 2008

UN POEMA DE RODOLFO PACHECO

Cenizas de cuerpo

Rodolfo Pacheco en Centro Cultural España.

“Te he buscado, tesoro, he cavado en las noches más profundas”Rainer María Rilke
NACIMIENTO DE LA NOCHE

Mis ojos admiran la ola olvidada del mar

El cielo prehistórico donde los ángeles huelen a delirio

Después de la última marea donde te escondes

La noche aún se mantiene de pie

Acariciando sus heridas marinas

Y escondes tu pálido cuerpo, herencia del silencio y el mármol

Después de la última marea

Tus ojos sentenciarán los crepúsculos

La noche primogénita que amparó el silencio.

¿ Qué himnos canta la nocheque mantiene insomne a las fieras ?

¿Qué yugular, qué labios, qué Paraíso,

qué orilla llega al tibio mar donde descansas ?

Mi voz se convierte en tu voz,

En el eco de tu cuerpo que me sueña

Y por lo tanto soy, una voz brillando en el silencio de tu sueño

En el eco de tu cuerpo que me sueña,

Y por lo tanto soy, un pálpito de laberintos

De espejos rotos en el corazón de tu alma

De claustrofobias de aves dormidas en su cielo

Envejece la noche,

Encanece en el centro de su luz

Y sigo soñando con el arrobado éxtasis

De la inocenciaEl jazmín es la fragancia de tu sexo

Y son azules los lagos donde se orillan los unicornios

Donde cantan los cisnes desde su moribunda eternidad

Eres la princesa de la torre

La bella durmiente del nembutal

Cuando despiertes con un bostezo de poema

Muchas estrellas se habrán suicidado

Saltando al centro de tu cuerpo

Tú recuerdas mi voz adusta

Mis ojos de piedra negra ceremonial

Recuerdas mi naufragio en tu sombra

Las flores semánticas que duermen en los labios de la tierra

Los castillos de arena en plena tempestad

Los espejos que nos multiplicaban apaciblemente

Princesa de arena, reina de la orilla prohibida

Y de las olas adolescentes

Duermes en tu castillo de creencias vanas

En tu piel, en tus manosEn tu mirada cerrada al mundo que no sueña

Porque está prohibido descansar

En la orilla del amorPactamos en la neutralidad del poema

Pactamos esa paz aparente con la que sueñan los tiranos

Pactamos con la complicidad del amor

En los campos que amansan a sus muertos

Donde llueven flores que sonríen

Donde las estrellas detienen su movimiento eterno

Cenicienta de las calles más mugrosasLágrima de media noche

Pactamos para que el mundo no convalezca más

Para que la sangre no escape de su cause

Para que los ríos no despiertenPara que nos dé sombra el Paraíso

Y sólo queda la ciudad que nos da de almaY sólo queda el Tahigeto

Desde donde arrojamos a los dioses al olvido.

Nuestro mundono es el mundo de lo obvio

No es el mundo de la ecuación

Ni del cálculo

Nuestro mundo es el del liquen

Es el de la hoja tierna atrapada en elcuerno del unicornio

Donde el mono dogmático se espanta

Donde el poema

Nace como flor china

En la infinitud virgen de tu piel.

Otros poemas de Rodolfo Pacheco ver:

http://rodolfopacheco.blogspot.com/