Sunday, July 26, 2009

UNAS PALABRAS SOBRE EL CUENTO/ AUGUSTO MONTERROSO



Unas palabras sobre el cuento
Augusto Monterroso

Si a uno le gustan las novelas, escribe novelas; si le gustan los cuentos, uno escribe cuentos. Como a mí me ocurre lo último, escribo cuentos. Pero no tantos: seis en nueve años, ocho en doce. Y así.
Los cuentos que uno escribe no pueden ser muchos. Existen tres, cuatro o cinco temas; algunos dicen que siete. Con ésos debe trabajarse.
Las páginas también tienen que ser sólo unas cuantas, porque pocas cosas hay tan fáciles de echar a perder como un cuento. Diez líneas de exceso y el cuento se empobrece; tantas de menos y el cuento se vuelve una anécdota y nada más odioso que las anécdotas demasiado visibles, escritas o conversadas.
La verdad es que nadie sabe cómo debe ser un cuento. El escritor que lo sabe es un mal cuentista, y al segundo cuento se le nota que sabe, y entonces todo suena falso y aburrido y fullero. Hay que ser muy sabio para no dejarse tentar por el saber y la seguridad

El eclipse

Augusto Monterroso (1921-2003)


Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí, sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la España distante, particularmente en el convento de los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.

Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasible que se disponían a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolomé le pareció como el lecho en que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.

Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.

Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordó que para ese día se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo más íntimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.

-Si me matáis -les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.

Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y esperó confiado, no sin cierto desdén.

Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.




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Augusto Monterroso es un escritor guatemalteco y desde 1944 fijó su residencia habitual en México, país al que se trasladó por motivos políticos.
Comienza a publicar sus escritos en 1959, con Obras completas (y otros cuentos).
Y se destaca su inclinación por la parodia, la fábula y el ensayo, el humor negro y la paradoja.

Monterroso y Cortazar.

Recibió el premio Villaurrutia en 1975 y en 1988 la condecoración del Águila Azteca. En 1996, año en que dio por concluido su exilio, se le otorgó el Premio Juan Rulfo de narrativa y reunió en el volumen Cuentos, fábulas y lo demás es silencio toda su obra de ficción.
Obras:
Obras completas (y otros cuentos)(1959) colección de historias donde ya se prefiguran los rasgos fundamentales de su personalísima narrativa.
La oveja negra y demás fábulas (1969)
Movimiento perpetuo (1972)
La novela Lo demás es silencio (1978)
La letra e: fragmentos de un diario (1987)
Viaje al centro de la fábula
La palabra mágica (1983).
Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí está considerada como el relato más breve de la literatura universal.

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