Monday, December 02, 2013

ALLKO, PERRO NEGRO / ARMANDO ARTEAGA

ALLKO, PERRO NEGRO / ARMANDO ARTEAGA




-Allko, sufres.
¿Qué frío hace aquí en Chalhuanca?.
La mujer enrumbo por la calle principal del pueblo y llegó a la puerta del restaurant Kimsa que atendía a los comensales de la agencia-turística de viajes Wari.
La mujer compró un par de chaplas.
-Allko, qué frío hace, perro negro, duermes a la intemperie-.
Nadie te quiere, perrito.  Un día de estos te vas a morir de rabia, o te van a dar bocado, como a tantos perros callejeros.
Cielo azul serrano, cojera de perro, lágrimas de mujer, no hay que creer, reza la sentencia popular.
La mujer fue hasta los puestos de comida del Mercado.  Las otras mujeres vendedoras estaban ocupadas con las candelas de las cocinas preparando los desayunos: el caldo de cabeza de carnero, el arroz con papas fritas, las cachangas.
-Allko, vas a morir, no mereces seguir viviendo.
La mujer se sentó en uno de los puestos de comida y pidió un rachi, mondonguito italiano con laurel, estaba rico, se miraba bien, y tenía color.  La mujer comió lentamente, elegantemente.
-Allko, perro, tienes que morir.
La otra mujer que cocinaba le dijo a la mujer que comía lentamente, mucho frío, casera, toma cafecito, calientito.
La mujer terminó y pagó la cuenta.
-Te vas a morir, toda la noche has aullado, perro, allko!.
Perro negro, hombre de poncho nogal, enamorador, allko  mujeriego, fiestero,  guitarrero. Don Plácido: el agua, el alcalde, la chacra, el profesor, el hombre de mil oficios para solucionar mil problemas.  Papá Plácido!, le llama la gente de este pueblo en las minkas, sí. Plácido Aucahuasi, un misti enamorador de las cholas, desde que era mocete, de maktillo. Ahora cuarentón seguía igual, embuatero, embaucando mujeres, perjudicando warmis, emborrachándose en las ferias y en las fiestas patronales, paseándose elegante con el brioso caballo negro que nunca lo abandona, cantando en las cantinas: mi mojera y mi caballo…, perro negro, ya nadie te soporta.  Allko, el frío hace castañear las muelas, temblar las corvas, perro, perrito negro faldero, no me sigas engañando, no me sigas persiguiendo -meditaba la mujer arropándose en su chal negro-.
-Te regaño, allko!.
-Te vas a morir, toda la noche has aullado, perro, allko!.
La primera tienda de la Plaza Principal era la ferretería Rex & Fast que abría sus puertas temprano.  Don Cirilo Dongo apenas se deslegañaba los ojos.
La mujer empezó a llorar en silencio. Su alma estaba enferma.  Legañas de perro debí ponerme en los ojos, para ver mejor las cosas de la vida –pensó-.
-Un veneno pa´ratas, “El Campeón”-pidió la mujer .  Acurrucando más sus brazos a su cuerpo, cubriéndose ante el frío, en su chal negro. Ahora voy hacer comprender a este perro.  Pagó un sol de oro por el pequeño "sobre” de colores.
-Allko, cuando aúllas me atormentas-murmuró-.  Te vas  a morir, perro.  Ni el Señor de Animas te va a salvar.
Por fin el perro callejero, tan fisgón,  abandonó a la mujer en el mismo Centro de la Plaza, se fue por otra ruta, olfateando otros problemas de la vida.  Tras alguna otra perra en celo, debe estar ahora. 
-Te sacaré de este infierno, pecador –pensó la mujer-.  ¿Porqué  los aymarinos son tan así, dejados?.  Se dejan pisar el poncho por los forasteros, vienen los puneños y hacen plata por estos lugares, venden sus baratijas,  se compran las mejores casas de los principales, los mejores ganados, …y los yanaquinos, los sañayquinos, los torayinos, los sorayinos, los capayinos, nada, todos, siempre pobres, trabajando como burros, con frío, con legañas, muriendo, con ojos rojos, llorando en silencio.
Iba pensativa la mujer de reboso negro cubriéndose con los brazos cruzados, dubitativa, espontaneas, metida en sus propios pensamientos, en su mar de preocupaciones.

Cipriana Mamani era una mujer inteligente, esa mañana, siempre astuta, pero vengativa.

Le preparó el desayuno a su esposo.  En el quaker con leche le dejó caer el polvo del sobre del veneno pa´ratas.

-No se puede vivir sin el amor, allko!.
-Pa´rato estoy aguantando vivir en este pueblo.

La mujer salió de su casa para seguir con las tareas diarias de la chacra, a cuidar los alfalfares, los maizales que se los arrasan los loros.

Por sí los loros, dejó todo arreglado. 

En la noche, cuando regresó, jalando su vaca.

Un grupo de señoras la espera en la entrada del barrio de Kanchuillca.

-Tu marido se ha muerto.
-Tu marido se ha suicidado. 


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